Reconocido como El padre del tango, había nacido en el barrio de Barracas el 16 de febrero de 1861.
Debió ejercer diversos oficios para procurar su sustento, trabajando de cuarteador, resero de varios mataderos, clown en el circo Rafetto, tipógrafo de la editorial Peuser y del diario La Nación —adonde se desempeñó entre sus 18 y 25 años de edad— además de otros menesteres más con los que subsistió hasta que la fama como compositor finalmente le permitió prescindir de ellos.
Se desempeñó como payador, confrontando con Higinio Cazón y José Madariaga, para en 1898 enfrentarse en el circo Anselmi con el legendario Arturo de Navas, uno de los grandes de la especialidad hacia fines del siglo xix.
En 1900, comenzó a actuar como guitarrista en cafetines de la Boca, Los Corrales y San Telmo y en carpas instaladas en la Recoleta.
Ya despuntaba por entonces, junto con su fama de muy buen guitarrista el reconocimiento al valor de esas letras pioneras que su facilidad de versificador, acentuada a partir de sus actuaciones como payador, iban hilvanando aceleradamente.
Adosó a su guitarra, mediante una varilla, una armónica, con la que en sus actuaciones interpretaba sus propias composiciones, melodías tan originales como sus letras.
En 1902, la recordada Pepita Avellaneda también había comenzado a interpretar varias de las composiciones de Villoldo en el Concierto Varieté de la Avenida de Mayo, pero fue 1903 el año en el que alcanzó una popularidad rayana con la fama cuando la cancionista Dorita Miramar convirtió en éxito su tango El porteñito desde el escenario del teatro Politeama, que se ubicaba en la calle Entre Ríos.
También de 1903 es El esquinazo, el tema que se ejecutaba en el restaurante
conocido como Lo de Hansen, suscitando tal entusiasmo entre los asistentes que generaba excesos por parte de éstos dejando al local en tal estado que el propio Hansen llegó a prohibir su interpretación en el establecimiento.
Por si fuese poco, también de 1903 es el año en el que compuso su célebre tango El choclo, el que fue interpretado por el maestro José Luis Roncallo al frente de su sexteto de selecta música internacional en el distinguido restaurante El Americano.
Para permitir su inclusión en ese cuidado repertorio, el tango fue presentado como «danza criolla» pero al ponerse en evidencia que en realidad se trataba de un tango, género obviamente desdeñado por entonces en esos ambientes, debió dejar de ser ejecutado por ese conjunto.
Sin embargo, era tal el éxito del tema que el maestro Roncallo no quiso abandonar su interpretación. Estas peripecias dieron lugar a que el tango fuese editado recién un par de años más tarde, de ahí que en ocasiones se haya señalado erróneamente que su año de origen fue 1905.
Por entonces, varias cantantes incluyeron sus obras en sus presentaciones, lo que llevó a Villoldo a volcarse decididamente a la composición de ciertos temas especialmente destinados a algunas de ellas.
Surgieron así de su prolífica inspiración El pamperito, para una cancionista que utilizaba precisamente este seudónimo; La morocha, sobre música que en la madrugada de la Navidad de 1905 había compuesto Enrique Saborido, destinado a ser interpretado por Lola Candales, y El entrerriano, con música compuesta tiempo antes por Rosendo Mendizábal para ser incorporado al repertorio de Pepita Avellaneda, y otros temas, que lo transformaron tanto en el compositor más prolífico de la Guardia Vieja como en el primer letrista profesional del género.
En 1907, Villoldo, junto con el matrimonio que conformaban Alfredo Eusebio Gobbi y la cupletista chilena Flora Hortensia Rodríguez, fue contratado por la casa Gath & Chaves a fin de realizar grabaciones de tango en París.
El éxito del trío en la capital francesa fue sin dudas el puntapié inicial para el importante reconocimiento del tango en la Ciudad Luz, y por extensión, en buena parte del continente europeo.
En su estadía en Francia, a la que junto con el matrimonio Gobbi puso fin en 1914 con motivo del inicio de la denominada Primera Guerra Mundial, Villoldo se afilió a la sociedad de autores y compositores franceses, experiencia que luego volcó en la Argentina fundando la hoy olvidada Sociedad del Pequeño Derecho, precursora de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores, fundada años más tarde.
Su labor de compositor en la primera década del siglo veinte se extendió a otros éxitos, además de los ya mencionados.
Así, de su prolífica imaginación surgió Cuidado con los cincuenta, inspirado en un curioso decreto sancionado en el año 1907, según el cual se castigaba con cincuenta pesos de multa a quien piropiase a una dama.
El tema fue grabado de inmediato en Francia por el matrimonio Gobbi y muchos años más tarde por la orquesta de Carlos Di Sarli en versión instrumental.
Otra de sus obras fue El porteñito, colorida milonga de la que Ángel Vargas hiciera una verdadera creación en una grabación realizada con el acompañamiento de la orquesta dirigida por José Libertella el 16 de junio de 1959, día de sus dos últimas grabaciones, a menos de un mes de su lamentado fallecimiento.
Villoldo también compuso El torito, La caprichosa, ¡Soy tremendo!, El criollo más criollo, El pechador y Yunta brava, a los que en todos los casos agregó versos de su misma autoría, aunque a algunos de ellos, otros autores, como Juan Carlos Marambio Catán, Antonio Polito y Carlos Pesce, agregaron años más tarde otras glosas.
La más conocida de las letras agregadas a temas de Villoldo luego del fallecimiento de éste es sin dudas la de El choclo, escrita por Marambio Catán en 1930 a pedido de una hermana del compositor.
También le pertenecen La bicicleta, Cuerpo de alambre, Matufias, El terrible, El argentino, Ciudad de Londres, Un mozo bien, ¡La pipeta!, La budinera, El cachorrito y muchos temas más.
Se le adjudican también ciertas letrillas pintorescas e inclusive, de tono decididamente prostibulario, muchas de ellas aún hoy muy recordadas.
En una de esas frecuentes injusticias con las que la vida suele castigar a los grandes artistas, Villoldo soportó en sus últimos años una apremiante situación económica, falleciendo en esa penosa situación el 14 de octubre de 1919, a los 58 años de edad.
Irónicamente, pocos días después de su muerte, sus familiares recibieron el primero de los cheques con los que la Sociedad de Compositores de Francia retribuía las hermosas melodías que había difundido en ese país.
Fuente: Torres, Carlos Federico. Gente de tango; Tomo III
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