Carlos Bahr - Biografía



Su nombre completo era Carlos Andrés Bahr y solía ser identificado por los seudónimos de Alfa o Luke. Nació en Buenos Aires el 15 de octubre de 1902.

Su importante aporte autoral al género fue de la mano de un estilo que hoy se denominaría bajo perfil, el que nunca dejó de cultivar. Así es que, pese a su relevante aporte a la música ciudadana, poco se ha sabido acerca de la vida y la trayectoria de este autor que llegó a la poesía del tango a partir de su prematura inclinación hacia la literatura.

El autor de este libro tuvo la oportunidad de escuchar una entrevista que se le realizó un día del año 1975 en el programa Rapidísimo, emitido por Radio Rivadavia bajo la conducción de Héctor Larrea, y a través de las notas que tomó de la misma en un hoy viejo cuaderno, ha podido reconstruir parte de la historia de este vate porteño, sobre la base de lo que él mismo relató en esa oportunidad.

Contaba entonces Bahr que fueron sus padres don Augusto Bahr, inmigrante alemán oriundo de Hamburgo, y Colette Dierken, también inmigrante pero de origen francés.

Antes de Carlos Andrés, habían nacido dos hermanos, Guillermo y Emma. Su padre era propietario de un barco ballenero, y cuando en 1914 se desencadenó la Primera Guerra Mundial, partió hacia Europa con su nave a fin de ponerse al servicio de su patria.

La partida fue lo último que supo de su padre, del que se perdió todo rastro. Este suceso resintió la economía hogareña, y los Bahr se mudaron a Bernal. Carlos concluyó los estudios primarios y luego ingresó a la escuela de máquinas de la Marina de Guerra.

Pero la bohemia, la lectura y la literatura lo atraparon temprano. Dejó su casa y se aventuró en la calle, sin domicilio fijo, pero escribiendo siempre, especialmente poesías, que por entonces carecieron de toda trascendencia.

Su vida, carente en esa época de todo orden, se nutría fundamentalmente de lecturas, logrando, con la tenacidad propia de todo autodidacta, dominar tres idiomas: alemán, francés e italiano.

A esa etapa de bohemia y juventud corresponde una historia que dibuja nítidamente la personalidad que cultivaba por entonces: al comenzar la guerra civil española, decidió acudir a ese país para luchar en favor de la República. Llegó hasta Montevideo, donde pensaba embarcarse, pero no logró pasar la revisación médica, pues le detectaron una afección pulmonar y fue enviado de vuelta a Buenos Aires.

Volviendo a sus comienzos, Bahr relataba que su vocación de poeta derivó hacia el cancionero nativo, para después ser ganado definitivamente por la música ciudadana.

Sin estudios secundarios, su formación fue la del clásico autodidacta que en la lectura halló la forma de enriquecer su lenguaje y estimular su vocación literaria.

Se inició entonces escribiendo algunos cuentos, como asimismo coplas que entonaban las comparsas barriales en las fiestas de carnaval, siendo estas últimas el más seguro antecedente de su posterior tarea como poeta del tango.

Fue a mediados de la década del treinta cuando comenzó a orientarse hacia las letras de tango, de modo tal que al llegar el año 1940 se constituyó en uno de sus más destacados letristas.

Es también en ese tiempo que su vida comienza a ordenarse, debido a que su acercamiento a la música ciudadana lo llevó a frecuentar Radio Porteña, emisora en la que conoció a la cancionista Lina Ferro, con quien se casó en el año 1942. De ese matrimonio nacieron dos hijos: Carlos Alberto e Inés María.

La primera etapa de su producción para el tango comenzó con su vinculación con un bandoneonista de su barrio, Alfonso Gagliano, con quien escribió sus dos primeros títulos: el vals Cartas viejas y el tango Algo bueno, compuestos en 1934 y 1935, respectivamente.

Un año después, su relación con otro intérprete del bandoneón, Roberto Garza —cuyo verdadero nombre era José García López— permitió a Bahr afianzarse como un futuro letrista de tangos de relevancia.

Con música de Garza compuso su primera letra de trascendencia, la del tango Fracaso, que llevó al disco Mercedes Simone el 21 de abril de 1936.

Garza, por entonces integrante del conjunto que acompañaba a dicha cancionista, fue un auténtico respaldo en la carrera del incipiente letrista, firmando juntos, a continuación de Fracaso, otro tango, Maldición, del que Mercedes dejó su registro discográfico el 1.º de septiembre de 1936.

Ya en 1938 Bahr obtuvo el primer premio en un concurso de milongas organizado por SADAIC, con una obra compuesta con el bandoneonista José Mastropietro, titulada Milonga compadre, que llevó al disco la orquesta de Pedro Laurenz el 12 de mayo de 1938, con la voz de Juan Carlos Casas.

En 1939 escribió los versos de Si no me engaña el corazón, tango cuya música pertenece al violinista Mauricio Misé, grabado por la orquesta de Osvaldo Fresedo con la tenorina voz de Ricardo Ruiz el 24 de abril de ese mismo año.

De 1940 es Humillación, tango con música de Rodolfo Biaggi, sumamente reconocido a partir de la versión grabada el 14 de julio de 1941 por Juan D'Arienzo con su orquesta y la voz de Héctor Mauré.

Precisamente con el advenimiento de la famosa década del cuarenta comenzaron a surgir los títulos consagratorios de Carlos Bahr. Pronto su nombre se relacionó al de Héctor María Artola, bandoneonista, arreglador y director, a cuyas composiciones estaría asociado a partir de entonces, aportando los versos de varios exitosos temas.

De la inspiración de ambos se conoció en primer término Desconsuelo, al que siguió Marcas, grabado por la orquesta de Osvaldo Fresedo con la voz de Carlos Mayel el 17 de septiembre de 1941; el bellísimo Tango y copas, el que se constituyó el 5 de abril de 1943 en la primera de las grabaciones de Alberto Marino con la orquesta de Troilo; y el no menos atractivo Equipaje, también grabado por la formación de Pichuco, cantando en este caso Floreal Ruiz.

Fue también muy exitosa su producción con el pianista Manuel Sucher, al que unió su nombre tiempo más tarde.

Quedaron de este binomio celebradas composiciones como En carne propia, Prohibido, Precio, Noche de locura, Muriéndome de amor, Nada más que un corazón, Dame mi libertad y Dónde estás.

Con música del pianista rosarino Hipólito Basilio, Bahr escribió por entonces los versos de una única pero muy hermosa colaboración, un tango al que titularon No estamos solos. Pese a los innegables valores del tema, sólo fue grabado por José García y su orquesta Los Zorros Grises con la voz de Alfredo Rojas, en una impecable versión realizada el 9 de agosto de 1944.

Durante toda esa década Bahr siguió produciendo exitosas letras para el género, colaborando con otros importantes compositores. La mayoría de sus temas fueron llevados al disco por las grandes formaciones orquestales de ese momento, las que requerían permanentemente sus obras.

De todas esas vinculaciones, seguramente la más importante resultó la que mantuvo con la orquesta de Miguel Caló y varios de sus inspirados integrantes, con los que produjo éxitos perdurables como Valsecito y Con la misma moneda, ambos con el mencionado director; Mañana iré temprano, Por una mala mujer, el vals El mismo dolor y Canción inolvidable, todos con música de Enrique Mario Francini; Cada día te extraño más, Corazón no le hagas caso y Cuando talla un bandoneón con Armando Pontier; Pecado, con Francini y Pontier colaborando en la música; Caricias perdidas con Héctor Stamponi; Sin comprender, Siempre, Quise ser un Dios y La vendedora con Miguel Nijenson; y Cosas del amor con Domingo Federico.

Valsecito, Mañana iré temprano, El mismo dolor, Cada día te extraño más, Corazón no le hagas caso y Sin comprender fueron llevados al disco por la orquesta de Caló en excelentes versiones en todos los casos.

Sin embargo, es Mañana iré temprano la que se destaca por su particular belleza, al punto tal de constituirse en uno de los hitos de la extensa discografía de la orquesta, conformada por 415 grabaciones.

Esta hermosa melodía de Francini encontró en la letra de Bahr un tratamiento literario muy adecuado.

La honda tristeza que exhala la música halló en esa poesía un relato absolutamente acorde a ese dolor. En efecto, tratándose de una de las letras más dolientes que se conocen en el género, no resulta fácil personificar la extrema angustia del personaje sobre el que gira la narración sin caer en apoyos lacrimógenos facilistas. Sin embargo, los versos de Bahr relatan la acongojante historia de modo insuperable, sin dar paso en ningún momento a ese tipo de recursos efectistas.

El tema llegó al disco el 10 de agosto de 1943, apoyado en un magnífico arreglo instrumental de Osmar Maderna, con amplio lucimiento de los tres instrumentos básicos de la orquesta de Caló: el bandoneón de Armando Pontier, el violín de Enrique Mario Francini y el piano a cargo del mismo arreglador. A esto se suma la brillante interpretación vocal de Raúl Iriarte, que dio con el énfasis justo para expresar esa historia.

La versión de la formación de Caló es, para muchos comentaristas del género, un auténtico hito de la discografía del mismo.

Existen, sin embargo, otros recordados registros discográficos del tema, como los de Osvaldo Fresedo con la voz de Oscar Serpa para el sello RCA Victor, el 1.º de diciembre del mismo año de la grabación de Caló, y la de Julio Sosa con el acompañamiento de la orquesta de Leopoldo Federico.

Otro tema destacable por su difusión más allá de las fronteras del país es el ya mencionado Pecado. La orquesta que codirigían Francini y Pontier (recuérdese que ellos fueron los compositores de la música) lo grabó en forma instrumental en febrero de 1952.

Sin embargo, posteriormente Pecado adquirió amplio reconocimiento internacional con el canto de los versos de Bahr, siendo grabado en ritmo de bolero por muchos intérpretes de este género musical.

Unió su nombre también al de Horacio Salgán, quien compuso la hermosa melodía de Motivo de vals, a la que Bahr puso acertados versos. El 8 de noviembre de 1950, Salgán realizó una magnífica versión grabada de este vals con su orquesta y la voz de Ángel Díaz.

Con música de Elías Randal, escribió las letras de tres tangos: Tanto, tema que grabaron Angelito Vargas el 7 de febrero de 1949, en su etapa de solista acompañado por la orquesta que para él dirigía Eduardo del Piano, y Miguel Caló con su formación orquestal y el cantor Miguel Cané, en este caso el 15 de diciembre de 1948; Doble castigo, otro de sus temas que fue grabado por Horacio Salgán con su cantor Ángel "El Paya" Díaz, en una interpretación poco menos que insuperable; y Gracias, versos que, según personas allegadas a Bahr, fueron escritos precisamente para agradecer a su esposa el encauzamiento definitivo de su vida a partir de la relación que lo unió a ella.

De este hermoso tango existen muy buenas grabaciones de las orquestas de Osmar Maderna con Orlando Verri, de Rodolfo Biaggi con Carlos Saavedra, y en especial, la de Carlos Di Sarli con Jorge Durán.

También la orquesta de Di Sarli, pero cantando Alberto Podestá, grabó el 20 de julio de 1944 Motivo sentimental, otra de las buenas poesías de Bahr, en este caso con música del pianista y director Emilio Brameri.

Con Roberto Garza, aquel colaborador de sus primeras incursiones como poeta del tango, dejó también Sosiego en la noche, bellísima conjunción de música y letra, del que existe una insuperable grabación de la orquesta de Aníbal Troilo con la voz de Francisco Florentino, realizada el 5 de noviembre de 1943.

Con música del pianista y compositor Héctor Stamponi escribió los versos del vals Caricias perdidas, llevado al disco por la orquesta de Francini y Pontier con el cantor Mario Lagos en el mes de enero de 1954.

En la primera mitad de los años cincuenta escribió la letra de varios temas que fueron llevados al disco por la orquesta de Juan D'Arienzo. Uno de los que obtuvo más aceptación popular fue Yuyo brujo, tema con música de Héctor Varela y Benjamín García, cuya letra Bahr firmó con el seudónimo de Sostaita. Llevado al disco con la voz de Armando Laborde, se constituyó de inmediato en uno de los grandes éxitos de este cantor.

De su producción, D'Arienzo también grabó el vals De vuelta y el tango Estás conmigo, ambos con música de Carlos Lázzari, bandoneonista de esa formación, registrados el 27 de diciembre de 1951 y el 13 de agosto de 1952, respectivamente.

En esta última fecha, el Rey del Compás grabó también Y suma y sigue, cuya melodía pertenece al mismo D'Arienzo en colaboración con su pianista Fulvio Salamanca. Los versos de Bahr siguen en este caso una línea bastante emparentada con la del célebre tango Las cuarenta, cuya letra pertenece a Francisco Gorrindo.

Como una de tantas es otra de sus letras con música de Lázzari que D'Arienzo grabó con su orquesta.

Una sintética evaluación del importante aporte que Bahr ha realizado a través de sus poesías para el tango permite concluir que su contenido, sumamente variado en cuanto a su temática, posee como denominador común una impecable pulcritud literaria. Ese depurado estilo permitió que casi toda su producción formara parte de los repertorios y los registros discográficos de los más importantes intérpretes del género, ya sean grandes orquestas o intérpretes solistas, tal como lo hemos extractado en esta reseña.

En conclusión, su producción, de la que la reseña anterior no es más que una síntesis, fue tan amplia y variada que no permite definir su perfil como poeta del género. En efecto, a diferencia de Homero Manzi, Homero Expósito, José María Contursi o Cátulo Castillo, no estableció un estilo definido, si bien es cierto que sus temáticas predilectas fueron el amor y el tango en sí mismo, a los que reflejó siempre con un alto vuelo romántico.

Sin embargo, la importancia de su obra no le permitió nunca gozar de una situación económica desahogada. Como él mismo lo ha señalado en distintas ocasiones, para atender las necesidades de su familia tuvo que ayudarse siempre con otras actividades.

En el reportaje que le realizara Héctor Larrea, al que hiciéramos referencia al inicio de esta reseña, don Carlos reveló que por entonces estaba dedicado a la confección y venta, la que realizaba en forma personal, de cuadros con mariposas disecadas. Además, durante varios años se dedicó a la comercialización de porcelanas sobre las que él mismo pintaba prolijos motivos florales.

Comentaba en esa oportunidad, en un tono de tardío autoreproche, que nunca había asumido una estricta defensa de sus intereses autorales, agregando en resignado tono: "Y ya lo ve don Héctor, así estoy hoy... Mire, si usted ahora pasa uno de mis temas, dentro de dos meses voy a cobrar lo que me sale el colectivo que dentro de un ratito voy a tomar para regresar a mi casa."

Quienes lo conocieron agregaban a esos comentarios que privilegió siempre mantener un marco austero, acorde con las estrictas normas éticas y de conducta que signaron su vida.

Así fue como en sus últimos años vivió con un ajustado presupuesto, adaptado a las estrecheces que le imponían su modesta jubilación y las magras liquidaciones que obtenía por la difusión de sus obras musicales.

Bahr falleció el 23 de julio de 1984, a los 81 años de edad.

 
Fuente: Torres, Carlos Federico. Gente de tango; Tomo I
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