Miguel Caló - Biografía

 

Bandoneonista, compositor y director, nacido en el barrio Balvanera de la Capital Federal el 28 de octubre de 1907.
Muy niño aún trabajó en estudios de profesionales, así como en oficinas y casas de comercio, actividades que desarrolló hasta los quince años de edad, al mismo tiempo que estudiaba solfeo y tomaba clases de violín con un profesor de su barrio conocido como Pierre, instrumento que pronto cambió por el bandoneón, con el que también tomó sus primeras lecciones con un profesor de su barrio, de muy elementales conocimientos, a quien reemplazó al cabo de unos meses por el guitarrista Francisco Renis, quien al menos pudo inculcarle nociones acerca del ritmo adecuado para sus ejecuciones.
En 1924, un año después de haber iniciado sus estudios teóricos de violín y bandoneón, a instancias de Di Nápoli, músico integrante del Trío Gedeón, debutó con su bandoneón en el cine Independencia del barrio de Boedo, formando dúo con un pianista de apellido Rodríguez, en el que actuó durante un año y medio con muy buen suceso.
Así fue como el mismo Di Nápoli lo recomendó a Osvaldo Fresedo, a cuyo conjunto se incorporó en el año 1926, para luego integrar la orquesta de Francisco Pracánico, con la que acompañó a Azucena Maizani en la temporada de inauguración del cine Astral.
A instancias del señor Lococo, propietario de este cine, Caló formó el primer conjunto bajo su dirección, integrándolo con el propio director y Domingo Cuestas en bandoneones, Estanislao Sabarese y Raúl Kaplún en violines, Armando Baliotti en piano, Luis Adesso en contrabajo y Roberto Maida como cantor. El conjunto tuvo una celebrada actuación en el flamante local hasta 1928, año en el que Caló viajó a España como integrante de la orquesta de Cátulo Castillo.
Al año siguiente, al frente de otro conjunto bajo su dirección, actuó en el cine Regio, también de propiedad del señor Lococo. Integraban esta orquesta Domingo Cuestas en bandoneón, Domingo Varela Canta, Hugo Gutiérrez y Enrique Valtri en violines, Enzo Roca en contrabajo y Luis Brighenti en piano.
Esta actuación, que se prolongó durante un año y medio, dio lugar a que la emisora 10W contratara al conjunto para actuar en la emisora. Luego de un frustrante viaje en el año 1931 a Nueva York como integrante de la orquesta de Osvaldo Fresedo, en el que una serie de acontecimientos negativos le impidieron desarrollar la actividad objeto del viaje, regresó a Buenos Aires, realizando una temporada más en el cine Regio, para debutar luego en Radio Splendid, en lo que resultó el espaldarazo definitivo de su, a partir de entonces, brillante trayectoria.
Así fue como en 1933 realizó sus primeras grabaciones para el sello Splendid, de efímera existencia, oportunidad en la que registró dos temas: el vals Amarguras, perteneciente a Miguel Nijenson y Jaime de los Hoyos, y el tango Milonga porteña, del propio Caló y el pianista Luis Brighenti, con letra de Mario Gomila. Integraron la orquesta en esas primeras grabaciones Raúl Kaplún y Pedro Sapolnick en violines, Miguel Caló (en la que sería su última intervención como ejecutante, dado que a partir del año siguiente se abocaría definitivamente a la tarea de director), Domingo Cuestas y Calixto Sayago en bandoneones, Luis Brighenti en piano y Mario Sciaterra en contrabajo, siendo Román Prince el cantor.

En 1934 comenzó a grabar para el sello Odeon, iniciando así una exitosa relación con este sello editor, la que se prolongaría hasta fines de los años sesenta. Integraban esta orquesta, en la que, como se indicara anteriormente, Caló pasó a dedicarse únicamente a la dirección: Raúl Kaplún y Pedro Héctor Pandolfi en violines; Domingo Cuestas, Calixto Sayago y Américo Eugenio Caggiano en bandoneones; Miguel Nijenson en piano; y Mario Sciaterra en contrabajo, siendo ahora Carlos Dante el cantor.

Esta orquesta exhibía un estilo familiarizado con el de Fresedo y un sonido similar al que había plasmado el sexteto de Carlos Di Sarli, en el que el piano de Miguel Nijenson se encargaba de encadenar las frases musicales con una cadencia óptima para los bailarines.
En la década del treinta, además de los músicos ya mencionados, también estuvieron en la orquesta de Caló los pianistas Armando Baliotti, Héctor Carriquiri y Héctor Stamponi; los bandoneonistas Julio Ahumada, Julio Cálise y Santiago Cóppola; los violinistas Orestes Zungri y Mauricio Salovich; y los contrabajistas, ambos hermanos del director, Antonio y Armando Caló. Junto con Carlos Dante, en 1936 se desempeñaba como cantor Alberto Morel, y entre los años 1938 y 1940, al retirarse este último, contó con la voz de su hermano Roberto Caló, con quien grabó dos temas a fines de 1938: el fox trot Luces del puerto y el tango Dulce amargura.
Una segunda y fundamental etapa en la trayectoria de Miguel se inició con el advenimiento de la década del cuarenta. Fue decisiva en esa etapa la incorporación, en el año 1937, de Argentino Galván como orquestador de las interpretaciones de la orquesta. Este brillante arreglador comenzó su trabajo a partir del primer violín de la agrupación, que por entonces estaba a cargo de Raúl Kaplún, a quien Galván, con sus arreglos, permitió desarrollar todas sus posibilidades sonoras.
José Gobello se pregunta si acaso «la década del cuarenta no comenzó con el primer solo de violín que Galván confió a Kaplún», estilo que se acentuó aún más cuando Enrique Mario Francini reemplazó a Kaplún en el primer atril de la orquesta.
En esta segunda etapa nació la luego denominada Orquesta de las Estrellas, que tuvo su máxima expresión en el año 1943.
Se turnaron en el conjunto, en esa inolvidable etapa que abarcó la primera mitad de la década del cuarenta, los bandoneonistas Domingo Federico, Antonio Ríos, Julio Ahumada, Armando Pontier, Carlos Lázzari, José Cambareri, Eduardo Rovira y Felipe Ricciardi; los violinistas Enrique Mario Francini, Aquiles Aguilar, Mario Lalli, Haroldo Gesaghi y Ángel Bodas; Armando Caló (otro de los hermanos del director) y Ariel Pedernera en contrabajo; y Héctor Stamponi, y luego Osmar Maderna, en piano, siendo la influencia de este último fundamental en la estructura musical de la orquesta, a través de los arreglos de los que se encargó en reemplazo de Galván. Los cantores de entonces fueron Alberto Podestá, Raúl Berón, Jorge Ortiz, Raúl Iriarte, Roberto Arrieta y Luis Tolosa.
Entre 1944 y 1945, los músicos más destacados de la magnífica agrupación se fueron retirando en forma paulatina a fin de formar sus propios conjuntos, recurriendo entonces el director a otros intérpretes de primera línea en su reemplazo, y aunque la etapa de esplendor había quedado atrás, por muchos años siguió siendo una orquesta reconocida como de primerísimo nivel.
Así fue como en agosto de 1945 Caló contaba con una nueva formación en la que desde ese año fueron alternándose grandes músicos, como el pianista Miguel Nijenson, quien reingresó a ella con la enorme responsabilidad de reemplazar a Osmar Maderna, continuando con el estilo impuesto por este. Nijenson permaneció en la orquesta hasta 1956, siendo reemplazado por Orlando Trípodi, pianista de estirpe claramente identificada con el estilo de Maderna.
También desde esa nueva formación de agosto de 1945 y hasta el año 1957, se alternaron en los atriles de la orquesta los bandoneonistas Félix Lipesker, Ismael Spitalnik, Fernando Córdoba, Horacio Gallino, Atilio Corral, Julián Plaza, Eliseo Marchesse, José Apendino, Eduardo Corti, Héctor Corali, Víctor Lavallén, Luis Maggiolo, Adolfo Gómez, Luis Rodríguez; los violinistas Antonio Rodio, Simón Broitman, Alberto Besprovan, Armando Ziella, Julián Ortiz, Gerardo Ballinotti, Manuel Goldfeder, Simón Bajour, Nito Farace, Emilio González, Pedro Sapochnick, Raúl Garcés (quien también fuera cantor de esta orquesta y de la de Gabriel Clausi), Osvaldo Rodríguez y Enry Balestro; y los contrabajistas Juan Fassio, Enrique Marchetto y Carlos López.
En estos años, Caló contó con las voces de Podestá, reingresado a la orquesta luego de su actuación en la primera parte de la década del cuarenta, Roberto Rufino, Raúl Barbé, Ricardo Blanco, Miguel Martina, Carlos Almagro, Alberto Dalton, Raúl Ledesma, Roberto Mancini, con quien realizó un total de tres grabaciones, entre el 21 de diciembre de 1956 y el 11 de julio de 1957, y el uruguayo Carlos Roldán, de brillante trayectoria en la década del cuarenta en la orquesta de Francisco Canaro, quien, sin embargo, con Caló grabó solamente el tango Desorientado, del propio director y Marvil, el 6 de abril de 1956.
En la segunda mitad del año 1957, la orquesta de Caló realizó una gira a Brasil de seis meses de duración, regresando de ese país en los primeros meses de 1958.
Ya a comienzos de la década del sesenta, los cantores de la orquesta eran Roberto Luque, Raúl Ledesma y Luis Correa, con quienes efectuó grabaciones entre 1960 y 1963.
En este último año, en lo que se considera otro hito en la trayectoria de Caló, reconstituyó parte de aquella emblemática orquesta que comenzó a desmembrarse en 1943, contando, entre los músicos que conformaron la orquesta de veinte años atrás, con los bandoneonistas Domingo Federico y Armando Pontier, y con el violinista Enrique Mario Francini.
La nómina completa de los músicos que integraban el nuevo conjunto se componía de Armando Pontier, Domingo Federico, Osvaldo Risso, Héctor Corali y Tomás Giannini en bandoneones; Enrique Mario Francini, Hugo Baralis, Milo Dojman, Fernando Suárez Paz y Luis Cantafio en violines; Mario Monteleone en contrabajo; y Orlando Trípodi en el piano, intérprete sumamente consustanciado con el estilo de Maderna.
La orquesta actuó con gran éxito en Radio El Mundo, emisora en la que debutó el día 7 de marzo de ese año, grabando también un disco de larga duración con doce temas, siempre para el sello Odeon, al que seguía ligado el director desde hacía ya casi treinta años.
La mencionada audición radial era conducida por los locutores Jorge Fontana y Rafael Díaz Gallardo, quienes comenzaron a denominar al conjunto formado por Caló como La Orquesta de las Estrellas, de modo que así fue como, veinte años después de su estelar aparición, aquel mítico conjunto adquirió la denominación con la que fue conocida desde entonces y para siempre.
Ya nuevamente sin los músicos que habían formado La Orquesta de las Estrellas, Caló se presentó en 1964 en las radios Splendid y Belgrano, contando con las voces de Roberto Luque y Héctor de Roas, quien no llegó a grabar con la orquesta. En este año también realizó grabaciones acompañando a la cancionista japonesa Rango Fujisawa, y en 1965 nuevamente en Radio El Mundo, contando ahora con músicos de la jerarquía de José Libertella en bandoneón; Mauricio Marcelli, Fernando Suárez Paz y Aquiles Roggero en violines; y Orlando Trípodi, quien continuó como pianista.
En 1966 grabó con el cantor Roberto Rufino, y en 1967 la orquesta registró otro disco de larga duración con doce temas, contando con Alberto Marino como cantor invitado, además de efectuar grabaciones para otro disco de larga duración, en este caso con el cantor Raúl Ledesma.
En los primeros meses de 1972, ya desvinculado de Odeon, grabó para el sello Embassy los que resultarían ser sus últimos registros discográficos, contando para la ocasión con las voces de tres de sus viejos cantores de La Orquesta de las Estrellas: Raúl Iriarte, Roberto Arrieta y, una vez más, Alberto Podestá.
Quedaron así versiones de viejos y nuevos éxitos, entre estos últimos, el tango de Orlando Trípodi, con letra del poeta uruguayo Mario Benedetti, Señor que no me mira.
A pocos días de finalizar este álbum, una inesperada crisis cardíaca lo acometió en plena avenida Corrientes, a pocos metros de su intersección con la calle Montevideo, un conmocionante suceso en plena vía pública que produjo su inmediato fallecimiento. Era el martes 24 de mayo de ese mismo año 1972 y, desde las primeras horas de ese día, estaba preparando una actuación al frente de su orquesta, prevista para el día siguiente con motivo de un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo. Tenía 64 años de edad.
Hemos dejado para el final de esta reseña la inspirada labor de Caló como compositor. Su primera obra data del año 1928 y se tituló Voy pa' viejo, con versos de Enrique Cadícamo.
A ella siguieron, entre sus primeras composiciones: Mi gaucha en 1932, con letra de Celedonio Flores; Todo es mentira, con Antonio Sureda; Copa de amargura; Garabato; Milonga porteña, que grabara para el sello Splendid en 1933; Campanita de oración; Hermana y Mimí, entre otros temas compuestos hasta el año 1934, en general opacados por la exitosa producción de años posteriores, la que en su totalidad fue grabada por su orquesta en sus sucesivas etapas.
Surgieron así Si yo pudiera comprender, Me llamo Anselmo Contreras, Disco rayado (un curioso instrumental escrito en colaboración con Miguel Nijenson), Qué falta me hacés (en colaboración con Armando Pontier y letra del periodista y poeta uruguayo Federico Silva), Dos fracasos (tema que grabó en dos oportunidades: el 31 de julio de 1941 con la voz de Alberto Podestá y el 19 de diciembre de 1963 con la de Luis Correa), Qué te importa que te llore, Jamás retornarás, Cómo le digo a la vieja, Desorientado (con letra de Eleazar Martínez Vilas, conocido como Marvil, tango que fue la única grabación del cantor uruguayo Carlos Roldán con la orquesta de Caló), la polka escrita en colaboración con Enrique Mario Francini y letra de Salgueiro Me casé con un sargento, además del tango Es mejor, con letra de Luis Rubistein, una de las pocas composiciones de Caló que no grabó con su orquesta, siendo registrada en cambio por Alfredo De Ángelis con la suya y la voz de Carlos Dante.
Otro tema propio que no grabó es una de sus primeras composiciones, en colaboración con Luis Brighenti y Luis Rubistein, que lleva por título Guarango, registrado por la orquesta de Ricardo Luis Brignolo para el sello Brunswick, con estribillo cantado por el tenor español Teófilo Ibáñez.
Hemos dejado de ex profeso para el final un bellísimo y poco difundido tango que Caló compuso con versos de Oscar Rubens titulado Extraña, cuya única grabación fue la del propio Caló con la voz de Raúl Iriarte, el 21 de enero de 1947. La historia de esa extraña mujer a la que el protagonista conoció en un barco y luego nunca más volvió a ver, acompañada de una melodía de enorme belleza, era sin dudas merecedora de una mayor resonancia que la que obtuvo a través de esa única y casi olvidada grabación.
 
Fuente: Torres, Carlos Federico. Gente de tango; Tomo I
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