Pianista,
director y compositor nacido en Pigüé, provincia de Buenos Aires, el 31 de mayo
de 1896. Siendo aún
muy pequeño, su familia se trasladó a Bahía Blanca, ciudad en la que comenzó su
relación con el piano cuando tenía siete años, escuchando tocar el instrumento
a su hermana mayor. Cuatro años después inició sus estudios de teoría, solfeo,
composición, armonía y piano en la filial Bahía Blanca del Conservatorio
Williams, bajo las enseñanzas del joven profesor Numa Rossotti, quien pronto
descubrió en su alumno innatas condiciones musicales.
En 1914, con
dieciocho años de edad, decidió radicarse en Buenos Aires. Luego de actuar en
la sala cinematográfica Las Familias, acompañando con su piano a aquellas
películas mudas pioneras del séptimo arte, debutó en el tango integrando, en
reemplazo de Roberto Firpo, un trío con el bandoneonista Genaro Espósito -el
Tano Genaro- y el violinista Ernesto Zambonini, con el que actuó en los fondos
de una panadería ubicada en la calle Corrientes, integrando en 1916 otro trío
compuesto por Eduardo Arolas y Tito Rocatagliata, con el que debutaron en el
cabaret Montmartre ubicado también en la calle Corrientes, en este caso a la
altura del 1400.
Fue por
entonces que compuso su primer tango, titulado El orejano. Mientras
tanto, el trío de Arolas se había transformado en quinteto y, por dos meses,
actuó en L'Abbaye, otro local nocturno muy popular en esos años.
Finalizada
esta actuación, tocó solo con su piano en un pequeño cabaret llamado Parisina,
en donde compuso su segundo tango, titulado El gaucho, dedicado al
teniente de la Guardia de Seguridad Víctor Fernández Bazán, quien generosamente
le había facilitado una habitación al por entonces joven y desamparado músico.
A este tango
siguió otro titulado Mosca muerta, tema que, como los anteriores,
ostentaba importantes méritos, pero que aún no había roto los moldes propios de
la Guardia Vieja.
Actuó luego
nuevamente con Eduardo Arolas, integrando un trío que este dirigió para actuar
en el cabaret Fritz, actividad que se prolongó solo por dos meses.
Por
entonces, decidió encarar la faz de compositor sobre la base de un estilo
propio e inconfundible, abandonando los moldes ya por entonces antiguos del género,
para desarrollar en su lugar estilos que por entonces resultaron francamente
renovadores, siendo el primero compuesto en esta línea Salomé, tema al
que siguieron Sea breve y Carne y uña, para en 1920 dar a conocer
el primero de sus tangos más famosos, cuya vigencia es aún hoy perdurable: El
motivo, al que puso letra Pascual Contursi.
En 1921
escribió otro de sus grandes tangos, A pan y agua, compuesto cuando se
encontraba cumpliendo con 25 años de edad el servicio militar obligatorio, al
que no se había presentado a cumplir cuando había sido convocado cuatro años
antes.
A este tango
agregó letra un poco más tarde Enrique Cadícamo, iniciándose así la conjunción
de uno de los más exitosos y reconocidos binomios autorales del género.
Cumplida su
obligación militar en febrero de 1922, de inmediato se incorporó a la orquesta
de Osvaldo Fresedo, a fin de actuar en los clubes Ocean y Mar del Plata de esta
ciudad turística, en la que se presentaron durante lo que restaba de la
temporada veraniega de dicho año. En esta ocasión estrenó Mi refugio,
tango instrumental que constituye otra de sus grandes composiciones.
Finalizada
esta temporada, ya de regreso en Buenos Aires, participó de grabaciones de la
orquesta de Fresedo para el sello Víctor, entre las que se incluyó Snobismo,
otra creación de Cobián.
También en
1922 compuso otro de sus grandes tangos, al que había titulado Los dopados,
grabado por la orquesta de Osvaldo Fresedo con el estribillista Roberto Díaz en
el año 1924 y con una letra hoy olvidada, dado que luego de este registro
discográfico quedó alejado de los circuitos musicales durante casi dos décadas,
hasta que en el año 1942 Enrique Cadícamo agregó otra letra. Surgió así Los
mareados, título con el que se lo conoció a partir de entonces, dada la censura
vigente que impidió mantener el título original.
A todo esto,
Cobián en ese año de 1922 permaneció en la orquesta de Fresedo, actuando en el
Abdulia Club, uno de los locales más aristocráticos de esa época, hasta que
concluida la temporada a fines del mes de noviembre, se desvinculó de ella a
fin de formar un trío con el violinista Tito Rocatagliata y el bandoneonista
Luis Petrucelli, con el que se presentaron en el Casino Pigall en el verano de
1923.
Poco después
tuvo la oportunidad de actuar nuevamente en el Abdulia Club, ahora dirigiendo
un sexteto del que formaban parte músicos de la talla de Julio De Caro,
Agregilao Ferrazzano, Pedro Maffia y Humberto Constanza, conjunto en el que
muchos estudiosos reconocen una influencia fundamental en el desarrollo
estético y rítmico del tango, el que se plasmaría poco después a través del
sexteto de Julio De Caro.
En esta
ocasión estrenó Almita herida, con letra de Enrique Cadícamo, para quien
el tema constituye una de las obras más representativas del estilo y el talento
de Cobián.
También de
esta época son los tangos Mario, La silueta, Piropos y Biscuit,
composiciones de avanzada para los cánones de entonces, en las que se destacan
sutilezas especiales para el piano, desconocidas hasta ese momento.
Luego se conoció
otra de sus inolvidables creaciones: Shusheta, o El aristócrata,
nuevamente con letra, como seguiría ocurriendo luego con otras de sus grandes
composiciones, de su amigo del alma Enrique Cadícamo. Al igual que A pan y
agua, este tema tiene una versión definitiva grabada por Ángel D'Agostino
con la voz de Ángel Vargas.
Por otra
parte, además de sus actuaciones en el Abdulia Club, el sexteto que dirigía
Cobián comenzó a grabar para el sello Víctor, reforzándolo en esos registros
con la participación de los violinistas Lorenzo Olivari, Eduardo Armani y Astor
y Remo Bolognini.
Poco
después, su espíritu inquieto, su bohemia y también su inconstancia lo llevaron
a disolver el magnífico y exitoso sexteto que había logrado constituir, a fin
de embarcar por primera vez hacia Nueva York, viaje que concretó en julio de
ese mismo año.
El sexteto,
de perdurable recuerdo, solo había durado seis meses.
Cobián
permaneció en esa ciudad durante casi cuatro años, actuando una larga temporada
en el lujoso McAlpin Hotel, integrando un cuarteto al que denominó Argentine
Band.
Con muy
pocas posibilidades de ejecutar tangos, durante su estadía en Nueva York se
convirtió en un excelente pianista de jazz.
Sus últimas
actuaciones en locales neoyorquinos fueron las que realizó en la radio National
Broadcastings, en la que en las postrimerías del año 1926 se presentó
interpretando tangos en solos de piano.
De regreso
en Buenos Aires hacia fines de 1927, volvió a encarar la formación de su
orquesta, con la que grabó para el sello RCA Víctor once temas entre el 16 y 18
de julio de 1928, contando en todos ellos con la participación, en carácter de
estribillista, de Francisco Fiorentino, quien también se desempeñó como
bandoneonista de la agrupación.
Entre esos
temas se incluyeron varios compuestos por Cobián, tales como ¿Me querés?,
Vení, vení, Ladrón, El único lunar y Lamento pampeano,
todos ellos de escasa perdurabilidad. De los primeros años de la década del
treinta es la música de Es preciso que te vayas, tango al que puso letra
Celedonio Flores y del que existe un interesante registro discográfico
realizado por la orquesta de Osvaldo Pugliese con la voz de Juan Carlos Cobos.
Por entonces
Cobián hacía actuaciones como solista, además de acompañar con su piano al
Cuarteto Vocal Buenos Aires. Ya en 1936 integró el Trío Número Uno, con
Ciriaco Ortiz en bandoneón y Cayetano Puglisi en violín, con el que se presentó
en LR1 Radio El Mundo con excelente acogida del público.
En ese mismo
año rearmó su orquesta, constituyéndola con varios de los músicos que
integraron el septeto de Elvino Vardaro, conjunto de excepcional calidad que
sin embargo no tuvo reconocimiento popular.
Así, al
disolverse la agrupación de ese gran violinista, varios de sus integrantes se
integraron a la orquesta de Cobián. La formación estaba integrada por Alfredo
Malerba (piano), Pedro Laurenz, Armando Blasco, Antonio Rodio, el entonces muy
joven Lucio Demare y el cantor Charlo.
La orquesta
animó durante cuatro exitosas veladas los bailes de carnaval del año 1937 en el
teatro Politeama, las que además fueron transmitidas en directo por Radio El
Mundo, por lo que a la gran asistencia de público al teatro debe agregarse la
incontable cantidad de oyentes que las siguió a través de los receptores. Sin
embargo, luego de estas brillantes actuaciones, Cobián volvió a disolver su
orquesta y ya no volvió a actuar más como director, dado que había decidido
viajar por segunda vez a los Estados Unidos.
Los años
treinta fueron además los de la producción de cuatro de sus más inspiradas composiciones:
Rubí, Nieblas del Riachuelo, La casita de mis viejos y Nostalgias,
todas nuevamente con el invalorable aporte de la poesía de Cadícamo. Pero por
otra parte, fueron los del comienzo de su paulatino e inexorable ocaso. Es que
este artista talentoso, creador de un nuevo lenguaje en las composiciones del
género, desarrolló al mismo tiempo un estilo de vida despreocupado y aventurero
que le impidió plasmar su talento como director. Así, la década de los años
treinta fue la que dio luz a esas cuatro grandes composiciones, pero también
fue la que dio inicio a su paulatino e inexorable ocaso.
De todos
modos, afortunadamente todas esas aptitudes perduraron para que aún hoy pueda
disfrutarse de sus interpretaciones y especialmente de su inspiración como
compositor de los grandes temas a los que se ha hecho referencia a lo largo de
esta reseña. Aunque es difícil ante semejante calidad de excelentes melodías
mencionar alguna de ellas como su obra cumbre, existe cierto consenso en que Nostalgias
es probablemente el tango más importante de su brillante producción.
Compuesto en
1935, no fue aceptado en principio por el empresario discográfico Alberto
Ballerini, quien no pudo vislumbrar la trascendencia de la composición. Así,
Cobián la estrenó en ese mismo año en el lujoso local de la boite Chantecler,
con un conjunto que integró con el bandoneonista Ciriaco Ortiz y el cantor
Antonio Rodríguez Lesende, obteniendo a partir de este estreno el inmediato
reconocimiento del público para esta bella conjunción de melodía y versos.
Luego de dar
a conocer las célebres composiciones que transformaron a Cobián y Cadícamo en
un binomio insoslayable en toda reseña del género, volvieron a unir sus nombres
en dos temas mucho menos conocidos que aquellos anteriores hitos de la música
ciudadana: los tangos El campeón, que sólo fue grabado por la orquesta
de Osvaldo Fresedo con la voz de Roberto Ray el 17 de septiembre de 1937, y Carnavales
de mi vida, del que existe una versión discográfica de la orquesta de Ángel
D'Agostino con el cantor Tino García, realizada el 18 de diciembre de 1951.
En ambas
comienza a notarse la merma en la calidad de compositor que exhibiera en sus
anteriores producciones, del mismo modo que los versos de Cadícamo tampoco se
encuentran entre los más inspirados de este gran poeta.
Por el
contrario, en Es preciso que te vayas, una de sus últimas producciones
musicales, en este caso con letra de Celedonio Esteban Flores, Cobián puso en
evidencia nuevamente su talento para la composición, si bien el tema no alcanzó
la difusión que merecía. Su calidad se aprecia en la grabación que hiciera la
orquesta de Osvaldo Pugliese con la voz de Juan Carlos Cobos el 25 de noviembre
de 1953.
El segundo
viaje a Nueva York, que había iniciado en 1937, se extendió hasta 1943, estadía
que por algún tiempo compartió con Cadícamo. De regreso a Buenos Aires condujo
a la que sería ya su última formación para el tango. Con ella se presentó en
audiciones irradiadas por LR1 Radio El Mundo, contando con las voces de Jorge
Cardozo, proveniente de la orquesta de Roberto Zerillo, y de José Balbis.
Por entonces
ya evidenciaba un deterioro físico que le dificultaba la realización de una
actividad intensa. Su estilo de vida había hecho notorios estragos en su salud,
y así fue como diez años más tarde, ya casi en el ostracismo, se produjo su
fallecimiento a causa de complicaciones generadas luego de una aparentemente
simple operación de cataratas. Era el 9 de diciembre de 1953 y tenía sólo 57
años de edad.
Fuente: Torres, Carlos Federico. Gente de
tango; Tomo I
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