Poeta
y compositor de extensísima y valiosa producción, en especial en el primero de
los dos aspectos señalados.
No
en vano ha escrito Horacio Salas que se trata no solo de uno de los grandes
poetas del tango, sino que es, en realidad, uno de los grandes poetas de la
Argentina, recordando al respecto que su poesía no ha sido escrita
exclusivamente para el tango, dado que ha dejado también libros perdurables
como Canciones grises en el año 1926, La luna del bajo fondo y Viento
que lleva y trae, ambos en 1945, libros que fueron objeto de varias
reediciones.
Inició
lo que sería una extensa vida en Luján, provincia de Buenos Aires, el 15 de
julio de 1900, y escribió su primera poesía para el tango en 1925. La misma se
tituló Pompas y llevó música del pianista Roberto Goyeneche, a quien el
joven poeta entregó esos versos de tono admonitorio para que los musicalizara.
En
esa letra inaugural de su producción, Cadícamo puso en evidencia una temática
que en su poesía constituirá una de sus máximas preocupaciones: el tiempo, un
enemigo que duele y deja heridas, como lo manifiesta en esos versos que
encierran en toda su extensión una dura advertencia a su joven y aún
despreocupada destinataria. Goyeneche compuso la triste melodía de este tango,
acorde con los versos que Cadícamo le había presentado y llevó la composición a
Gardel, quien la estrenó pocos días después, más precisamente en diciembre de
ese mismo año, en el Teatro Alvear.
Lamentablemente,
Goyeneche no pudo escuchar por mucho tiempo al Zorzal entonar los versos de
Cadícamo con la melodía que él había compuesto, dado que muy poco después, el
23 de abril de 1925, una muy breve y extraña enfermedad acabó con su vida.
Cadícamo,
por su parte, modificó rápidamente el título original del tema, reemplazándolo
por el más explícito Pompas de jabón. En una línea similar a este primer
tema, Cadícamo escribió luego Che papusa, oí, cuya música encomendó a
Gerardo Matos Rodríguez.
De
esa primera época es también A pan y agua, primera obra en común con
Juan Carlos Cobián, cuya melodía había escrito este pianista algunos años antes
cuando se encontraba cumpliendo tardíamente con el servicio militar al que en
su momento había escapado.
Es
probable, pese a lo que señalan diversas crónicas, que A pan y agua sea
anterior a Pompas, teniendo en cuenta que Cobián ya había escrito ese
tema en 1921 en las circunstancias apuntadas, por lo que, si la letra es
posterior a la del tango de Goyeneche, existiría un lapso no menor a cuatro
años entre la producción de Cobián y el agregado de la letra por parte de
Cadícamo.
Otra
de esas primeras producciones de este fue Dolor gaucho, sobre música de
Luis Bernstein, grabado por la orquesta de Ricardo Brignolo a comienzos de la
década del treinta.
A
estos títulos sucedieron otros en los que con cierta recurrencia el motivo de
su poesía es el tiempo, sosteniendo con frecuencia la idea de que el pasado es
siempre mejor que el momento en el que se contextualizan los versos.
En
esa tesitura encuadran las letras de Hoy es tarde, Vieja Recova, Viejas
alegrías, Aquellas farras (rebautizado luego como Argañaraz),
Compadrón, Otros tiempos y otros hombres, Barajando recuerdos,
Cuando tallan los recuerdos y La casita de mis viejos, entre
tantas otras en las que, de un modo u otro, el relato encierra como idea básica
que el devenir de los años es un enemigo al principio silencioso y abstracto
para tornarse más adelante real y tangible.
Pero
otras temáticas inspiraron también los versos de Cadícamo: fue así de línea
discepoliana en Al mundo le falta un tornillo y abordó el dolor de la
muerte en La novia ausente, en versos llenos de metáforas, enfoque que
luego fuera tan característico en Homero Expósito.
Nuevamente
cantó al amor en Igual que una sombra, tema que lleva música de Osvaldo
Pugliese y que este grabó con la voz de Adrián Guida recién en las postrimerías
de la trayectoria de su orquesta, al punto tal que el registro quedó inédito
hasta la primera década del siglo veinte.
También
lo hizo en La luz de un fósforo, con música del pianista santafesino
Alberto Suárez Villanueva, y en Almita herida, otra de sus grandes
poesías que se encuentran asociadas a una melodía de Juan Carlos Cobián.
En
otras vertientes de su inspirada poesía, exaltó al tango en Pa’ que bailen
los muchachos, reafirmó su identidad en No hay tierra como la mía,
absolvió a la muchacha de vida alegre, a la que en tantos otros temas ya había
advertido acerca de la fugacidad de esa forma de vida, en Santa milonguita,
se condolió de la mujer que ha visto consumir sus años en el encierro de una
vida sin matices en Nunca tuvo novio, condenó irónicamente al haragán en
El que atrasó el reloj y en Che Bartola, y homenajeó a los
precursores del tango canción en la milonga El Morocho y el Oriental.
A
comienzos de los años treinta, y en pleno apogeo del trío Irusta-Fugazot y
Demare, escribió sobre una composición conjunta de ellos los versos de Pa’
mí es igual, cuya primera grabación estuvo a cargo de la Orquesta Típica
Victor con la voz de Charlo.
Cuatro
de sus grandes éxitos de la década del treinta están asociados a sus últimas
grandes colaboraciones con Juan Carlos Cobián: La casita de mis viejos, Rubí,
Nieblas del Riachuelo y Nostalgias, excelente tango de 1935.
Luego
de dar a conocer estas célebres composiciones que transformaron su nombre
asociado al de Cobián en un binomio insoslayable en toda reseña del género,
volvieron a unir sus nombres en dos temas mucho menos conocidos que aquellos
hitos de la música ciudadana: los tangos El campeón, que solo fue
grabado por la orquesta de Osvaldo Fresedo con la voz de Roberto Ray el 17 de
septiembre de 1937, y Carnavales de mi vida, del que existe una versión
discográfica de la orquesta de Ángel D’Agostino con el cantor Tino García,
realizada el 18 de diciembre de 1951. En ambas comienza a notarse la merma en
la calidad de compositor de Cobián en relación con sus magníficas anteriores
producciones, del mismo modo que los versos de Enrique tampoco se encuentran
entre sus más inspirados.
Ya
en curso la nueva poesía tanguera surgida en los albores de la década del
cuarenta, a la que luego haremos mención, en 1941 dio a conocer Shuseta (El
aristócrata), otro de los grandes productos de su asociación con Cobián, y
en 1942 Cadícamo pudo plasmar finalmente la idea del tiempo que tanto le
preocupara en anteriores trabajos, sintetizándolo en una de las frases más
célebres entre las letras de tangos: Hoy vas a entrar en mi pasado.
Comenta al respecto Gustavo Varela en su libro Mal de tango que la frase
está inspirada en unos versos del poeta francés Paul Géraldy, quien en su poema
Despedida escribió: "Así es que vas a entrar en mi pasado, y he de
verte en la calle desde lejos".
Se
cuenta en relación con el origen de estos versos que Aníbal Troilo hizo
escuchar a Cadícamo la grabación que había hecho Osvaldo Fresedo de un tango
instrumental, el que en su momento había tenido muy poca difusión. La música
había sido compuesta alrededor del año 1922 por Juan Carlos Cobián, quien la
había titulado Los dopados. Pichuco había apreciado la belleza de la
melodía en la interpretación de Fresedo y procuraba que el poeta agregara unos
versos que le permitieran recrear con su orquesta esa olvidada composición.
Un
dato curioso es que Troilo creía que el tango no tenía letra, pero en realidad
ya la tenía y había sido grabada por el estribillista Roberto Díaz en el año
1924. De todos modos, ignorando también Cadícamo la existencia de estos versos,
escribió la poesía que Pichuco le solicitó, surgiendo así Los mareados,
en cuya letra se sintetiza con asombroso realismo en cada una de sus partes el
pasado, el presente y el futuro, es decir, las tres dimensiones que tanto
preocupaban al poeta.
Fue
esta la última obra en común del emblemático binomio, más allá de la
atemporalidad entre la producción de la música y los versos. La causa, sin
dudas, fue el ostracismo en el que comenzaba a sumirse la vida de Cobián a su
regreso en 1943 de su último viaje a Nueva York. De todos modos, con lo hasta
ahí alcanzado quedó definitivamente conformado el que quizás sea el binomio más
recordado de los varios que jalonaron la historia del tango.
La
labor de Cadícamo con otros compositores fue también extensa y valiosa. Así,
con música de José Luis Padula dejó el vals Noches de invierno, que la
Orquesta Típica Víctor grabó con la voz de Lita Morales en abril de 1937.
También con música de ese compositor de origen tucumano escribió los versos de Brindemos
compañero, tema especialmente recordable porque constituyó el debut en el disco
de Ángel Vargas, precisamente como cantor de la orquesta del propio Padula. Al
respecto, cabe destacar que Vargas siempre manifestó especial predilección por
las letras de Cadícamo, y fue el autor a quien más veces interpretó.
Por
su parte, Gardel puso de manifiesto su aceptación grabando nada menos que
veintidós temas con letra del por entonces joven poeta. Ellos fueron: Al
mundo le falta un tornillo, Anclao en París, Aquellas farras,
Callejera, Che Bartola, Che papusa oí, Compadrón, Cruz
de palo, De todo te olvidás, Dos en uno, El que atrasó el
reloj, La divina dama, La novia ausente, La reina del
tango, Madame Ivonne, Muñeca brava, Pituca, Pompas
de jabón, Ramona, Vieja Recova, Yo nací para ti, tú serás
para mí y Yo te perdono.
Inmerso
en la nueva poesía tanguera que irrumpió a comienzos de los años cuarenta, se
transformó en uno de los exponentes fundamentales de la misma, escribiendo en
esta etapa letras antológicas como, en una muy incompleta enunciación: Naipe,
Si la llegaran a ver, A quién le puede importar, Cruz de palo,
De flor en flor y De todo te olvidás, versos en este último caso
musicalizados bellamente por Salvador Merico, en los que Cadícamo desata su
cuerda romántica, tomando como base un célebre poema del nicaragüense Rubén
Darío.
Entre
los temas de esa histórica época también se inscriben las excepcionales poesías
de Garúa, primera de sus colaboraciones con Troilo como compositor,
quien lo grabó con la voz de Francisco Fiorentino el 4 de agosto de 1943, y de Melodía
oriental, cuyos versos escribió sobre una bellísima melodía del violinista
Roberto Zerrillo y el pianista Juan Carlos Howard, en los que Cadícamo evoca al
son de románticos violines un lejano amorío contextualizado en París.
También
por entonces escribió los versos de Tres esquinas, un tango cuya génesis
es muy similar a la de Los mareados, dado que la melodía de su primera
parte había sido escrita en 1921 por Ángel D’Agostino, agregándose en 1941 una
segunda parte compuesta por el bandoneonista Alfredo Attadía junto con los
versos de Cadícamo. Tres esquinas se transformó pronto en uno de los
tantos éxitos de la orquesta de Los dos Ángeles, la que lo grabó el 24 de julio
de ese mismo año, 1941.
Su
prolífica tarea de letrista está asimismo unida a otros compositores de la
talla de Agustín Bardi, escribiendo los versos de Se lo llevaron, Se
han sentado las carretas y Nunca tuvo novio. De Charlo, en este caso
componiendo la letra de Ave de paso, y de Ciriaco Ortiz, para quien
escribió los versos de No me preguntes nada, ambos grabados por la
orquesta de Francisco Canaro durante el año 1937: el primero cantado por
Roberto Maida y el segundo en forma instrumental.
Con
música de Julio César Sanders, compositor del mundialmente conocido tango Adiós
muchachos, escribió los versos del vals Luna de arrabal,
popularizado por Alberto Castillo.
También
puso sus versos a algunas composiciones del pianista Oreste Cúfaro, como es el
caso de los tangos Notas de bandoneón y Anoche a las cuatro. El
primero de ellos, uno de los tantos temas pertenecientes a Cadícamo, fue
grabado por el célebre binomio que conformaran Ángel D'Agostino y Ángel Vargas.
El segundo, injustamente poco difundido, fue llevado al disco por la Orquesta
Típica Víctor con la voz de Alberto Carol en el año 1944, es decir, en el
último año de actividad de esta recordada agrupación formada sólo para grabar.
Con
música de Ricardo Tanturi, escribió los versos de tres tangos, todos grabados
por la orquesta del mencionado director: Pocas palabras, A otra cosa
che pebeta y Sollozos de bandoneón, los dos primeros con la voz de
Alberto Castillo y el tercero con la de Enrique Campos.
Unió
su nombre además al de Mariano Mores, quien puso música al ya recordado tango Si
la llegaran a ver. La exacta articulación entre esta melodía y la poesía de
Cadícamo se puede percibir escuchando la grabación que del tema hizo Juan
D'Arienzo con la voz de Héctor Mauré el 28 de septiembre de 1943.
También
con Mores como compositor, escribió los versos de Copas, amigos y besos,
tango que Aníbal Troilo grabó con la voz de Alberto Marino el 19 de diciembre
de 1944 y que luego este cantor volvería a llevar al disco en su etapa de
solista.
Con
Lucio Demare en la composición de la melodía, le pertenecen los versos de La
calle sin sueño, grabado por Alberto Marino con el acompañamiento de la
orquesta dirigida por Alberto Di Paulo el 4 de agosto de 1960.
Con
Pedro Laurenz dejó el vals Mascarita, que el propio Laurenz grabó con su
orquesta y el cantor Juan Carlos Casas el 21 de febrero de 1940. También
escribió los versos de Orgullo tanguero, sentido homenaje a personajes
del género que cuenta con música del bandoneonista Luis Stazo y que, entre
otros, grabara Alberto Gómez en el año 1969 para su inclusión en un disco de
larga duración que a la postre constituyera el último registro discográfico de
este cantor.
Con
música del cantor Roberto Rufino escribió los versos de Carpeta, en los
que un experimentado en reveses amorosos aconseja a un novato en esas lides,
utilizando para ello el tinte sobrado de quien está de vuelta de todo. El tema
encaja justo en el estilo de Alberto Echagüe, quien lo grabó como cantor de la
orquesta de Juan D'Arienzo el 23 de mayo de 1956.
Producida
la muerte de Ángel Vargas en julio de 1959, Ángel D'Agostino y Eduardo "El
Chon" Pereyra escribieron la música de Ruiseñor, a la que Cadícamo
puso sentidos versos en homenaje al mítico cantor de la orquesta del primero de
los mencionados compositores, quien lo grabó con la voz de Roberto Alvar el 16
de septiembre de ese año.
En
realidad, es imposible mencionar toda la obra que Cadícamo plasmó como
letrista, faceta a la que hasta ahora nos hemos referido, porque además debe
recordarse su relevante tarea como compositor de la música de muchas de sus
poesías, utilizando a tal fin en algunos casos su propio nombre y en otros el
seudónimo de Rosendo Luna, lo que ha dado lugar a que algunas composiciones
aparezcan identificadas como pertenecientes a Rosendo Luna y Enrique Cadícamo y
otras únicamente con su nombre.
Así,
en el doble rol de compositor y autor, y firmando con alguna de las dos
alternativas indicadas, le pertenecen, entre otros títulos, Por las calles
de la vida, registrado por Aníbal Troilo con Francisco Florentino para el
sello RCA Víctor en diciembre de 1942, Mientras gime el bandoneón,
también grabado por Pichuco cantando en este caso Floreal Ruiz, y Tres
amigos, que grabaran tanto Francisco Canaro con la voz de Carlos Roldán
como nuevamente Aníbal Troilo con la de Alberto Marino.
También
en el doble rol de compositor de la melodía y autor de los versos le pertenecen
el nostálgico Adiós Chantecler, homenaje a este mítico local reducido a
escombros por la fría piqueta, que Juan D'Arienzo llevó al disco en una
recordada versión cantada por Jorge Valdez, Pasado florido, registrado
para el sello Odeon por la orquesta de Ricardo Malerba con la voz de Antonio
Maida, Morenita mía, Llora vida mía, El cuarteador, El
trompito y No vendrá, todos grabados por Ángel Vargas, en su etapa
de solista en el caso de Morenita mía o como cantor de la orquesta de
Ángel D'Agostino en los restantes.
Por
otra parte, y además de los libros de poesías que se mencionaron al comienzo de
esta reseña, Cadícamo escribió una documentada biografía de Juan Carlos Cobián,
compositor de la melodía de varios de sus grandes éxitos, elaborada sobre la
base de una colaboración que previamente había escrito para la Historia del
tango que la editorial El Corregidor publicara en la segunda mitad de la
década de los años setenta.
Como
autor teatral, estrenó dos obras en colaboración con Félix Pelayo: La
epopeya del tango y La barba del diablo, además de El romance de
dos vagos, El cantor de Buenos Aires y Los cuentos de un príncipe,
en estos casos conjuntamente con Germán Ziclis, Alberto Ballerini y Martín
Lemos, respectivamente.
También
escribió la zarzuela criolla titulada Juanita la popular, estrenada el 8
de abril de 1966 en la sala Martín Coronado del Teatro General San Martín, cuya
dirección musical ejerció Carlos Figari con un elenco que integraban, entre
otros, los actores Homero Cárpena, Alberto Marcó, Juan Carlos Altavista, Elena
Lucena y Claudio Rodríguez Leiva.
Para
el cine escribió el guion de la película Historia del tango, dirigida
por Manuel Romero en el año 1949.
En
1986 acompañó desde el piano al Polaco Roberto Goyeneche, sobrino de quien
sesenta y dos años antes compusiese la melodía para su primera letra de tango,
en la grabación de un disco de larga duración dado a conocer bajo el título de Cadícamo
con Goyeneche.
En
1988 realizó su último viaje al exterior, emprendiendo, pese a su avanzada
edad, un largo trayecto hasta Japón. En la década de los años noventa, ya
nonagenario, colaboró con la cantante Adriana Varela en la edición de un disco
compacto en el que Adriana interpretó letras de Cadícamo en la totalidad de las
composiciones incluidas en el álbum.
Su
extensa y provechosa vida se extinguió el 3 de diciembre de 1999, a solo seis meses
de alcanzar el centenar de años. Estaba prevista para la celebración de este
acontecimiento la realización de una gran fiesta, aunque Cadícamo decía a su
principal organizador: «Mire que yo no le garantizo que vaya a asistir...».
Fuente: Torres, Carlos Federico. Gente de
tango; Tomo I
biografia cadicamo
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