Enrique Saborido - Biografía

 
Pianista, violinista, bailarín y compositor, aspecto este último por el que se lo destaca especialmente en todas las crónicas referidas a las primeras etapas del tango.

Había nacido en Montevideo en un día no precisado del año 1877, pero su familia se radicó en Buenos Aires cuando él tenía sólo dos años de edad. Cursó entonces toda la educación primaria y el primer año del bachillerato en la capital argentina, abandonando sus estudios para ingresar como empleado de una librería, en la que permaneció durante tres años entre 1889 y 1892. Posteriormente, se incorporó a la Secretaría del teatro San Martín, empleo en el que estuvo durante los quince años siguientes.

Simultáneamente con el desempeño del primero de los trabajos mencionados, tomó clases de violín, prosiguiendo luego con las de piano, y en 1898 formó su primera orquesta, en la que contaba con flautas, violines y piano, instrumento que estaba a su cargo.

Los músicos que lo acompañaban eran Adolfo Inés, Fernández, Guillermo Saborido —hermano de Enrique—, Dufour, Vicente Pecce, Genaro Vázquez y el violinista de origen uruguayo Pécora, entre otros. El conjunto debutó tocando en una fiesta de casamiento y luego actuó durante cerca de ocho años en un salón llamado La Vieja Eustaquia.

Enrique además formó un trío con el violinista Genaro Vázquez y el flautista Benito, con el que a partir de 1902 integró el elenco que animaba las veladas del célebre local Hansen.

En 1903, se presentó en la confitería La Perla de Mar del Plata, ejecutando solos de piano, en lo que constituyó la primera ejecución en público de tangos en la ciudad balnearia, por entonces un incipiente centro turístico de las clases más acomodadas de Buenos Aires.

De regreso a la Capital, en 1904 ingresó al local del bar Ronchetti, sito en la esquina de las calles Lavalle y Reconquista, el que a causa de su ubicación era conocido como bar Reconquista.

Precisamente, fue en este local, en la Nochebuena de 1905, que Saborido compuso su célebre tango La Morocha.

Ángel Villoldo escribió la letra, una de las primeras que se agregaba a un tango, en la misma noche en que el mismo fue compuesto, de modo tal que a la mañana del 25 de diciembre música y letra del tema ya estaban terminadas y su éxito fue inmediato.

La repercusión del tema se vio reflejada en la venta de su partitura, la que editada por la Casa Rivarola, en sucesivas ediciones, alcanzó a alrededor de 390.000 ejemplares.

A comienzos de 1906, la fragata Sarmiento partió rumbo a Europa en el que era su segundo viaje de instrucción, llevando mil ejemplares de la primera de esas ediciones, los que fueron dejados en los distintos puertos que visitó, constituyéndose así para muchos en la primera difusión masiva de un tango en el exterior.

Según diversos historiadores del género, el tema fue estrenado por la cantante chilena Flora Rodríguez de Gobbi, esposa de Alfredo Gobbi (padre), de quien se dice es la inspiradora y destinataria de la letra escrita por Villoldo.

Sin embargo, el propio Saborido ha manifestado en un reportaje publicado por la revista Caras y Caretas que el estreno se realizó en el mismo local en el que el tema había sido compuesto por parte de la bailarina y cupletista Lola Candales —uruguaya como Saborido—, en quien éste se había inspirado para escribir la melodía.

Como quiera que sea, el tango se proyectó inmediatamente a la fama. Su primer registro discográfico estuvo, y en este caso no hay dudas, a cargo de la mencionada Flora Rodríguez, quien lo llevó al disco para el sello Columbia en el año 1920, iniciando así lo que fue una extensa serie de grabaciones a lo largo de todas las décadas del siglo pasado.

Entre ellas, cabe recordar la de Libertad Lamarque con la orquesta de Ricardo Malerba en diciembre de 1938; la de Margarita Silvestre con la orquesta del director uruguayo Hugo Di Carlo en 1948, realizada para el sello Sondor de Montevideo, y la que en 1951 realizó Mercedes Simone en los estudios del sello TK, con el acompañamiento del marco musical dirigido por el pianista Emilio Brameri.

Dado que su letra está escrita para ser interpretada por una cantante femenina, muchas formaciones que no contaban con una intérprete de ese género optaron por grabar el tema en forma instrumental. La hermosa melodía ha sido registrada entonces, entre otras, por la orquesta de los años treinta que conducía Roberto Firpo, la de Héctor Varela —en una de sus primeras grabaciones para el sello Odeon a poco de su constitución en 1951—, y en la versión de Florindo Sassone para el sello Carmusic en 1973.

De 1907, es su otra gran composición, Felicia, cuyo título eligió en homenaje a la esposa del famoso sainetero Carlos Mauricio Pacheco, quien a su vez puso letra a la melodía dedicada a su cónyuge. De todos modos, el tango ha sido grabado casi siempre en versiones instrumentales en las que se destaca la belleza de su melodía.

Pacheco falleció en febrero de 1924 pero su viuda, quien lo sobrevivió hasta el año 1973, recordó con emoción el origen de ese tango en un reportaje que le realizó Francisco García Jiménez, quien transcribió el relato en su libro Así nacieron los tangos.

Felicia fue grabado entre otras, por las orquestas de Juan D’Arienzo el 29 de abril de 1954, y de Florindo Sassone para Odeon el 11 de marzo de 1966, ambos en forma instrumental.

Entre 1908 y 1912, Saborido dirigió su academia de baile, en un local ubicado en la calle Cerrito a la que concurría una gran cantidad de alumnos deseosos de iniciarse en la danza del tango.

En ese último año, participó integrando una pareja de baile en una velada realizada en el Palais de Glace con el fin de mostrar a la aristocracia porteña que el baile que había nacido con el tango en los bordes de la ciudad estaba lejos de constituir una danza lasciva e inmoral.

Algo más de veinte años más tarde de este acontecimiento los hermanos Bates escribieron en su Historia del tango que el mismo abrió las puertas de los grandes salones a la música de la ciudad.

En su rol de bailarín, en ese mismo año 1912, partió a París, a fin de abrir otra academia de baile en la capital francesa bajo su conducción. Lo acompañó en la ocasión el pianista Carlos Vicente Geroni Flores, compositor de los tangos La cautiva, Melenita de oro y Sólo se quiere una vez, entre otros temas de mucha difusión.

La iniciativa obtuvo allí un éxito rotundo, plasmada en una ferviente adhesión a la música y al baile que este dúo artístico difundía.

La actividad incluyó también algunos viajes a Londres con la misma finalidad de enseñar la danza en la que Saborido volcaba su actividad docente. Si bien en la capital inglesa el éxito no tuvo las dimensiones del alcanzado en París, también allí el tango comenzó a partir de entonces a ser conocido y apreciado.

El inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914 puso abrupto fin a su actividad en Europa, viéndose obligado a regresar a Buenos Aires.

A partir de entonces, su actividad se redujo a la composición de nuevos temas, aunque ninguno alcanzó la repercusión de los dos grandes tangos que escribiera en la primera década del siglo y que lo transformaran en uno de los primeros referentes del género, al punto de ser recordado especialmente por Leopoldo Díaz Vélez en la letra de La mesa del tango, una composición con la que este recordado autor homenajeó a los más relevantes intérpretes y compositores de aquellos lejanos tiempos. En esos versos, Díaz Vélez expresa: «Y el tango, siempre el tango, perfuma los oídos de Enrique Saborido que meditando está...».

Entre su producción de esa etapa posterior a su periplo europeo se encuentran los temas titulados Fierro viejo, Que seas feliz, El pochocho, Berlina de novios, Mosca blanca, Pegué la vuelta, Hortensia, El señor Leiva, Don Paco, Caras y Caretas, Náufragos, Angustia, Prendé la vela y La hija de la Morocha, este último un fallido intento de reiterar el éxito de su célebre tango de 1905.

Saborido falleció a consecuencia de un infarto cardíaco el 19 de septiembre de 1941, a los 64 años de edad. Casualmente, en ese mismo año, y también en forma repentina, había fallecido otro de los grandes pianistas y compositores del género, don Agustín Bardi. 

 

Fuente: Torres, Carlos Federico. Gente de tango; Tomo III

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