Letrista e
historiador del tango y de hombre de la cultura de Buenos Aires, ciudad en la
que nació el 22 de septiembre de 1899.
Cuando
cursaba el quinto grado en la escuela Carlos Pellegrini del barrio de
Constitución, su maestro Julio Barcos, con los años prestigioso docente y
escritor, descubrió en el niño un especial talento para la literatura, por lo
que no tardó en instarlo a desarrollar.
En 1914, se
produjo el fallecimiento de su padre, lo que obligó al ahora adolecente de
casi quince años a abandonar sus estudios e iniciarse en la vida laboral.
Su primer
empleo fue en una empresa comercial llamada Casa Otto Franke para ingresar
luego a una oficina administrativa del Ferrocarril, oficina en la que conoció
al violinista Rafael Tuegols, también empleado allí.
Al mismo
tiempo, continuaba desarrollando su vocación por las letras, logrando por esa
época que su maestro Julio Barcos publicara algunos de sus poemas en las
revistas Mundo Argentino y El Hogar.
Además,
comenzó a incursionar en el periodismo, escribiendo incisivos artículos en
semanarios y diarios de la época, en especial uno denominado La Acción,
que oficiaba de vocero de la vertiente antipersonalista del Partido Radical.
Cuando
tenía diecisiete años de edad, produjo su primer libreto para un teatro de
revistas, el que fue estrenado en el teatro Variedades por una compañía
española.
Su labor
como autor teatral se prolongó luego con la colaboración del periodista español
Narciso Muñoz, con quien escribió varias obras: La senda perdida y El
abismo, estrenadas en 1921 por la compañía de César Ratti; Escalera
real, llevada al escenario al año siguiente por Pascual Carcavallo, año
que también la compañía de Ratti representó las obras El muerto que yo
vendí goza de buena salud y El más feliz de los maridos.
En 1923, la
compañía Vittone–Pomar estrenó en el teatro Avenida su sainete El
sarampión de los viejos, interrumpiendo a partir de esta fecha su tarea de
comediógrafo hasta 1930, cuando en el teatro Mayo subió a la cartelera su
obra La página del cine.
Esta faceta
de la actividad de García Jiménez culminó en 1936, año en el que la
compañía Cicarelli, Sapelli, Dades estrenó en ese mismo coliseo Ahora va
a ser la nuestra, último libro que produjera para teatro. Su tarea como
poeta del tango, sin dudas una de las más importantes de su trayectoria, se
había iniciado en 1920, al que corresponden los versos de Zorro gris,
tango que había compuesto poco antes Rafael Tuegols, quien lo había dado a
conocer en forma instrumental en el café La Paloma.
El éxito
del que fuera el primer tema de ambos fue rotundo e inmediato, animándolos a
dar a conocer tres temas más: Paraíso artificial y La gatita,
que no tuvieron la suerte de la obra que los precedió, y el muy hermoso Lo
que fuiste, que fue grabado por Gardel en el año 1923 y muchos años más
tarde, en noviembre de 1958, por la orquesta de Fulvio Salamanca, con la voz de
Mario Luna.
En forma simultánea
a su producción con Tuegols y a la intensa actividad como autor teatral que
por entonces desarrollaba, sin abandonar tampoco su empleo en las oficinas del
ferrocarril, su tarea de letrista se relacionó con el bandoneonista,
compositor y director Anselmo Aieta, con quien constituyó a lo largo de los
años uno de los más recordados binomios autorales del género.
El total de
temas de la autoría de Aieta y García Jiménez alcanzó a treinta y tres, de
los cuales no menos de la mitad obtuvo amplia aceptación popular.
De la
colaboración de ambos, surgió en primer término El huérfano, tema
que para Aieta fue la segunda de sus composiciones, al que le siguieron Príncipe,
en cuya elaboración también intervino Rafael Tuegols, al que presentaron a un
concurso organizado por la marca de cigarrillos Tango, y La mentirosa,
también presentado a ese concurso, obteniendo en este caso el tercer premio,
detrás de El ramito, perteneciente a Juan de Dios Filiberto y Gabino
Coria Peñaloza, y Sobre el pucho, el conocido tango de Sebastián Piana
y José González Castillo.
En 1924,
produjeron los temas Mimosa, Palabras de amor y A la criolla,
los que no lograron el reconocimiento que los dados a conocer en años
anteriores por este binomio.
Luego, dieron
a conocer Mariposita y Suerte loca, ambos notables éxitos del
año 1925; Bajo Belgrano, Tus besos fueron míos, Siga el
corso, Se fue Taborda y La violetera, en 1926; siendo de 1927
A mí qué me importa, Cantando bajito, Hay que creer o...,
Penitencia, Que lo larguen, La chiflada —al que siempre se
lo ha interpretado en forma instrumental— y Carnaval, con el que
compositor y poeta reeditaron el éxito de Siga el corso en el año
anterior, también referido a las recordadas fiestas de carnaval de aquellos
años. Alma en pena, Yo me quiero disfrazar —de temática
también carnavalesca que no alcanzó el éxito de los dos temas anteriores
referidos a estas fiestas— y la zamba Virgen del Valle son los temas
estrenados en 1928, mientras que en 1929 presentaron el vals Palomita blanca
y los tangos Chau ingrata, Prisionero y Entre sueños,
este último con la participación de Juan Polito.
En 1930, el
dúo Aieta–García Jiménez produjo dos temas que no alcanzaron la difusión
obtenida por casi todos los anteriores: Alegría y Viva la Patria,
este último en celebración del golpe militar del 6 de septiembre de ese año.
De todos
modos, el éxito alcanzado por la mayoría de las colaboraciones entre Aieta y
García Jiménez se refleja en el hecho de que Gardel grabó doce de ellas,
entre las que se cuentan todas las mencionadas con antelación, excepto Alegría,
Suerte loca y Entre sueños, en el inicio de lo que para esas
composiciones, salvo el caso de Viva la Patria, se prolongaría en
innumerables grabaciones de los más importantes intérpretes.
Bajo tierra, otra buena composición de Aieta y García Jiménez,
se cuenta entre aquellas que no tuvieron mayor trascendencia, dado que sólo
fue grabada por Domingo Federico y su orquesta en mayo de 1947 con el dúo de
cantores conformado por Oscar Larroca y Carlos Vidal, en un registro que hoy
está casi olvidado.
La tarea en
común de este exitoso binomio continuó en 1935, año en el que dieron a
conocer el apresuradamente concebido tango Adiós Carlitos, homenaje al
recientemente fallecido Zorzal, que no tuvo ninguna repercusión precisamente
por la aludida circunstancia relativa a su preparación, y el excelente Ya
estamos iguales, grabado en ese mismo año por Azucena Maizani sin obtener
tampoco reconocimiento inmediato, situación que en este caso cambió más
adelante cuando fue grabado por otros intérpretes, transformándose así
justicieramente en el último de los grandes éxitos del recordado binomio.
De 1938 es
otra de sus colaboraciones con Aieta, Cadena perpetua, consagrado como
el mejor tango en el primer concurso de música popular organizado por SADAIC en
ese año.
Aieta y
García Jiménez volvieron nuevamente a producir en colaboración recién en
1947, año en el que estrenaron José Razano, mientras que en 1948 compusieron
el tango Escolazo, a la postre la última obra del celebrado binomio.
En el
ínterin, además de su extensa lista de temas producidos con Aieta, García
Jiménez también había impuesto otros surgidos de su inspirada pluma sobre
música de distintos compositores. Así, casi simultáneamente con los versos
de El huérfano, escribió los de Despedida, sobre música de
Julio Samurgo, músico que en 1923 compuso Pálida noche, también con
versos de García Jiménez.
En este
mismo año, escribió las letras de Lunes, cuya música José Luis
Padula había estrenado cinco años antes, y de La enmascarada con
melodía compuesta por Paquita Bernardo, la recordada primera bandoneonista del
tango, quien muy joven habría de fallecer, en 1925. Lunes refleja ya en
tan lejanos años, el sentimiento popular que no tiene épocas hacia este día
de la semana, en el que se representa el regreso «a la realidad» luego del
descanso dominical.
De 1924, son
Changüi y La charlatana, los dos con música de Humberto Canaro;
Palabras lindas, tercera producción con Julio Stamburgo, y La
carreta, hermoso tango campero cuya melodía pertenece José y Luis
Servideo, del que existe una excelente grabación de Héctor Varela con su
flamante orquesta del año 1951 y las voces a dúo de Armando Laborde y Rodolfo
Lesica.
Corresponden
también a ese productivo año 1924, una de sus letras más recordadas, La
última cita, con bellísima melodía de Agustín Bardi, como asimismo los
versos escritos para dos tangos compuestos por Vicente Belvedere: Barrio
pobre y Si la llegas a ver, el primero de ellos otro de los hitos en
la producción del poeta.
Alrededor de
1925 escribió las letras de Adiós Ninón, con melodía del cantor y
también letrista Armando Tagini; Todas son mentiras, con música del
bandoneonista Luis Minervini, y dos en colaboración con Antonio Tanturi —
hermano mayor de Ricardo y pianista como éste—, Compañera de escuela y
Pestañitas.
De 1928, es
la letra de Mamboretá, con música de María Isolina Godard, éxito de
José Basso con el cantor Jorge Durán muchos años más tarde.
También en
1928, colocó versos a El pensamiento, hermoso tango que tiempo antes
había compuesto aquel inspirado melodista que fuera José el Gallego Martínez.
Dado que
este tema ha sido objeto de grabaciones en la mayoría de los casos
instrumentales, es conveniente recordar que esos cálidos versos pueden
escucharse en la voz de Alberto Gómez, en el registro realizado en el año
1932 por la orquesta del maestro Adolfo Carabelli. En 1929, puso letra a Alguna
vez, cuya música ideó Enrique Santos Discépolo, y a Farolito de papel,
otro de sus grandes éxitos, cuya melodía compusieron los hermanos Teófilo y
Mario Lespes.
En 1931 y
1932, agregó versos a varias composiciones de Agustín Bardi: la ranchera Filosofía
barata, los tangos Oiga compadre y A la sombra de un recuerdo,
Misterio, Confidencia y el vals Nocturno. Éstos fueron
los años en los que además García Jiménez comenzó a colaborar asiduamente
en radios, diarios y revistas.
En 1933,
escribió las letras de Calles de Buenos Aires y Alma de barrio mío,
con música de Tito Galán, para ser interpretadas en la película que llevó
el título del primero de los tangos mencionados. También en ese año, sobre
música de José Luis Padula, escribió El mortero del globito, dedicado
a Herminio Masantonio, inolvidable goleador del club Huracán desde los albores
del profesionalismo hasta mediados de los años cuarenta.
En ese año,
García Jiménez obtuvo el primer premio en un concurso para cuentistas
organizado por el diario La Prensa. El título del cuento era Imaginación,
y con ese mismo título escribió de inmediato los versos para un vals cuya
melodía compusieron Elvino Vardaro y Oscar Arona. Ya en 1934, puso letra a una
milonga de Aníbal Troilo titulada Como perro en cancha e’ bochas y en
1936 escribió las que acompañan a Humos de reina, tango con hermosa
música de Elvino Vardaro, y a Valsecito criollo, de Lidio Fasoli.
En 1937,
produjo dos temas con el pianista uruguayo Firavane Di Cicco: Barrabás
y Navidad, y dos con José Pécora, ex violinista del sexteto de Carlos
Di Sarli: Pura milonga y Amando en silencio.
Un
importante reconocimiento obtuvo de parte del Ministerio de Educación de la
Nación en el año 1939, cuando este organismo oficializó La canción del
estudiante, cuyos vibrantes versos escribió sobre la melodía compuesta
por el pianista santafesino Carlos Guastavino.
También en
1939, produjo las letras de Tuya es la culpa, Pan duro y Qué
vergüenza, con música de Fioravante Di Cicco los dos primeros y de
Andrés Doménech el último, además de Retorno, cuya melodía compuso
Hugo Gutiérrez.
Otras
colaboraciones de García Jiménez fueron con Andrés Fraga, director de la
orquesta estable de radio El Mundo, para el tango Volver a soñar, con
el pianista Eduardo Scalise para Nada más que amor y con Vicente
Florentino para Yo sé tu drama.
En 1941,
escribió los versos de los exitosos tangos Otra vez carnaval, con
música de Carlos Di Sarli, y de El baile de los domingos y Al volver
de madrugada, con melodía de Oscar Arona. Los dos primeros pintan con
coloridos rasgos la repercusión que por entonces tenían las fiestas de
carnaval y los bailes domingueros, alcanzando ambos importante repercusión. El
baile de los domingos es en cierto modo, el capítulo previo a Lunes,
aquel tango que diera a conocer en 1923.
También le
pertenecen dos temas con música de Ricardo Tanturi, Desprecio y Ése
sos vos, este último grabado por el mencionado director con la voz de
Alberto Castillo en el mes de noviembre de ese año.
En 1942, dio
a conocer con música de Mario Canaro Los harapos y Oigo tu voz;
excelente composición que Ricardo Tanturi también grabó ahora con su cantor
Enrique Campos.
Al año
siguiente, escribió los versos de Malvón, música nuevamente de Oscar
Arona, que Tanturi llevó al disco con Campos en una recordada y aún vigente
grabación; de Tiempo, magnífico tango compuesto en su melodía por
Osvaldo Ruggiero, y el menos difundido Ángel Villoldo, con música de
Juan Nolli, sentido homenaje al legendario Padre del tango.
En 1944, dio
a conocer Rosicler, que fue a su vez una de las composiciones
fundamentales del pianista José Basso; en 1945, la milonga Baldosa floja,
con música de Antonio Bonavena, y un año después En la noche de tus ojos,
con Pacífico Lambertucci.
En 1948,
año de su última colaboración con Anselmo Aieta y de su jubilación en el
ferrocarril, escribió la letra de la milonga Chaparrón, cuya música
pertenece al pianista y director uruguayo Pintín Castellanos, inmediatamente
grabada por Juan D’ Arienzo con su orquesta. Poco después escribió las glosas
de Allá en el cielo, melodía que lleva música de Julio De Caro, que
sin embargo fue grabado por este director en forma instrumental.
Con José
Basso como compositor de la melodía, en 1949 escribió los versos de Anteayer,
tema que el mencionado director grabó con su orquesta y la voz de Jorge Durán,
lamentablemente único registro que ha quedado de esta hermosa composición.
A partir de
entonces su labor de letrista se tornó cada vez más espaciada, debido a que
volcó buena parte de su tiempo a sus tareas de escritor, periodista, guionista
cinematográfico y activo dirigente de SADAIC.
Así, sus
últimas poesías para el tango datan de la primera mitad de los años
cincuenta. En esta etapa final de su producción, nuevamente con música de
Basso escribió en 1950 los versos de Pobre negro y Morocho y blanco,
este último el único tema inédito de su producción.
También en
ese año, con música de Julio de Caro produjo la letra de Churro y, con
el pianista Emilio Brameri, la de El retrato.
Luego de
varios años de interrupción en su producción, en 1956 registró sus últimas
letras: La budinera, sobre una antigua música de Ángel Villoldo, La
parda Deolinda y El cachorro, ambos con música de Juan José
Guisandut, y Memorias, cuya música pertenece a Roberto Videla, ex
cantor de Ricardo Tanturi.
Importante
escritor e historiador del género, en 1945 había publicado su primer libro, Vida
de Carlos Gardel, sobre la base de relatos de José Razzano.
También fue
autor de los guiones de varios films, comenzando en 1949 con el de la película
Se llamaba Carlos Gardel, dirigida por León Klimosky, al que le siguió
el libro de La historia del tango, escrito en colaboración con Enrique
Cadícamo, film que fue dirigido por Manuel Romero.
Su tarea de
guionista cinematográfico se completó en 1951 con el libro de Mi noche
triste, en este caso en colaboración con José María Contursi, película
que protagonizó Jorge Salcedo.
Al mermar su
producción de versos para el tango, desde la década de los años cincuenta y
hasta el fin de su vida enfiló su actividad hacia el periodismo, tarea en la
que se destacó como director de la página cultural del diario La Prensa;
la radiofonía, donde entre otras muchas tareas se desempeñó como jurado en
el tema Tango en un recordado concurso de preguntas y respuestas auspiciado por
una marca de pasta dental; el trabajo gremial en defensa de los derechos de
autor, y su importante tarea como escritor. En esta última faceta, produjo
innumerables artículos y trabajos en diarios y revistas, ofreció
permanentemente sus trabajos en los suplementos literarios del diario Clarín
y publicó valiosos libros para los estudiosos del tango, tales como El
tango, historia de medio siglo, 1880–1930 editado por EUDEBA, en 1964, y
reeditado en varias oportunidades; Así nacieron los tangos, publicado
por Editorial Losada, en 1965; Estampas de tango, en el catálogo de
Rodolfo Alonso Editor, en 1968, y Memorias y fantasmas de Buenos Aires,
obra dada a conocer a través de la editorial Corregidor, en 1976. Carlos
Gardel y su época fue el postrer libro de su autoría publicado por esta
última editorial, en 1980.
Este
polifacético representante de la cultura de Buenos Aires, en general, y del
tango, en particular, falleció el 5 de marzo de 1983, a los 82 años de edad,
como consecuencia de un accidente sufrido en una estación del subte porteño.
Esa mañana, un desvanecimiento provocó su caída desde el andén a las vías,
cuando uno de los trenes hacía su ingreso a la estación. Coincidentemente,
ese mismo día también falleció Abel Aznar, otro importante letrista del
género.
Fuente: Torres, Carlos Federico. Gente de
tango; Tomo II
biografia garcia jimenez
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