Alfredo Le Pera - Biografía


Periodista, autor teatral y guionista cinematográfico, y en lo que al tango atañe, letrista de particular talento y creatividad.

Había nacido en San Pablo el 7 de junio de 1900, según algunas fuentes y el 4 de junio de 1904 según otras, siendo en nuestra opinión más probable la primera de ellas, en parte sobre la base de los años en los que luego se ubica la trayectoria del personaje pero, fundamentalmente, porque se indica al día 6 de febrero del segundo de los años mencionados como el del nacimiento de su hermano José.

Hijo de inmigrantes italianos que decidieron luego de su estadía en Brasil radicarse en Buenos Aires, Le Pera cursó el secundario en la escuela Mariano Moreno, para luego iniciar estudios de medicina, a los que pronto abandonó para dedicarse de lleno al periodismo.

Ejerció esta función como crítico teatral en los diarios La Última Hora, El Telégrafo y El Mundo. Al mismo tiempo, escribió varios sainetes y comedias para teatro que no tuvieron mayor repercusión, salvo el caso de La plata del Bebe Torres.

En 1931, viajó a Santiago de Chile con la compañía de revistas que encabezaba Enrique Santos Discépolo, oportunidad en la que en colaboración con éste escribió su primera letra para el tango Carillón de la Merced, inspirada precisamente en el sonido del carillón de la hermosa iglesia situada en el centro de esa ciudad.

El tango fue inmediatamente estrenado por Tania, cancionista del elenco y esposa de Discépolo, con tal repercusión que la afluencia del público para escucharlo reportó a sus coautores los fondos necesarios para solventar la estadía en la capital chilena.

Al año siguiente, Le Pera se trasladó a París, donde contratado por la empresa cinematográfica Paramount como traductor, fue encargado de escribir las leyendas de películas francesas que el aludido sello filmaba en esos días, trabajo por el que percibía una remuneración que le permitía vivir sin sobresaltos en la capital francesa.

Pronto, la mencionada empresa decidió contactarlo con Gardel, quien a la sazón se encontraba filmando para ese sello en la localidad de Joinville.

Así, Le Pera comenzó a escribir los guiones de las películas de Gardel, empezando con Espérame, rodada en 1932, en la cual se estrenaron varios temas con letras del nuevo colaborador de Gardel: Me da pena confesarlo, Estudiante; Criollita de mis amores y Por tus ojos negros, en los que Le Pera comenzó perfilarse como un talentoso letrista a través de una obra que de inmediato proyectó a Gardel a la etapa que para muchos fue la más trascedente de su trayectoria artística.

A esa película, le siguió La casa es seria, para la que escribió las letras de Volvió una noche y Recuerdo malevo, tango que luego de la grabación de Gardel, recién fue llevada al disco en una inolvidable creación de Alberto Marino realizada en 1950 con el acompañamiento de la orquesta dirigida por Héctor María Artola.

En todos estos temas, Le Pera aún utilizaba expresiones típicamente porteñas, las que desaparecieron casi totalmente en sus posteriores producciones.

Como apunta con mucho acierto Gobello, «en su nueva tarea, Le Pera se desempeñó con excepcional talento, creando (a través de la figura de Gardel, agregamos por nuestra parte) un astro que se representaba a sí mismo, con todas las características que le eran propias».

El poeta asumió así la labor de apuntalar la nueva imagen internacional que Gardel estaba adquiriendo vertiginosamente, utilizando un lenguaje castellano que pudiese ser interpretado sin inconvenientes en todos los países latinoamericanos. Así, Buenos Aires —señala Horacio Salas en su libro El tango —, en esas poesías debería aparecer «tan sólo como una referencia de lejanía, como un sitio del que alguna vez se había partido».

«La idea básica —sigue explicando este autor— es que un artista internacional no puede ser sedentario y trabajar sólo para sus vecinos: debe extender su mirada y su perspectiva tiene que abarcar los problemas permanentes del hombre y no sólo los conflictos circunstanciales y la anécdota barrial.»

Otro historiador, Manuel Adet, en un interesante artículo publicado en el Diario El Litoral de Santa Fe en la edición del día 12 de junio de 2010, ha señalado que «Le Pera, al no encontrar en la vida privada de Gardel elementos de ribetes interesantes, se basó en sus propias y muy intensas experiencias para concebir las poesías que interpretaría el gran cantor».

Así, Adet destaca con perfiles nítidos que «de entre los muchos amoríos que en sus poco más de 30 años de edad había tenido Le Pera cuando se encontró con Gardel, a tres los plasmó rotundamente en su poesía tanguística: Vicenta La China Rodolico, su gran amor en épocas de estudiante, y a la que no tardó en traicionar; Carmen Lamas, una dama porteña que la acompañó en su incursión por Chile, y Aída Martínez, cuya enfermedad y posterior muerte en París en brazos de Le Pera fue recordada por éste en los versos de Sus ojos se cerraron».

Pero la vigencia de sus recuerdos en las letras que Le Pera escribió para que cante Gardel, nunca perdieron su esencia: estaban escritas con la característica fundamental de su perfecta adecuación al nuevo sesgo artístico que en esos años procuraba crear el cantor, escribiendo así versos carentes de los lunfardismos y las expresiones típicas del «cancherismo» porteño que Gardel había entonado con anterioridad. La poesía que él adosaba a las nuevas composiciones de el Zorzal representaban una modificación de fondo en el contenido del repertorio de éste, cambios que lamentablemente la pronta desaparición de ambos impidió evaluar su extensión aunque no su enorme trascendencia.

De la inspiración de Le Pera, surgieron en definitiva, versos perfectamente adaptados al estilo de las nuevas melodías que el propio Gardel creaba.

Comenzaron a aparecer entonces imágenes memorables, que se fueron hilvanando en la mayoría de los temas que surgieron luego de los primeros títulos a los que antes se hiciera referencia.

Cuesta abajo, Mi Buenos Aires querido, la increíblemente bella poesía de Golondrinas; Soledad, Amargura, Arrabal amargo, Volver, Por una cabeza, Lejana tierra mía, El días que me quieras y Volvió una noche; mientras que en una línea distinta a los anteriores, el fox–trot Rubias de New York, la jota Los ojos de mi moza y la canción criolla Apure delantero buey. En esas poesías, se incluyen frases que en muchos casos ya son históricas: «Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando», «... veinte años no es nada», «... siempre se vuelve al primer amor», «la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser» o con metáforas que provocaron la admiración del mismísimo Pablo Neruda, como por ejemplo «un rayo misterioso hará nido en tu pelo», inspirada imagen que el gran poeta chileno manifestó en cierta ocasión le habría gustado que hubiese surgido de su pluma.

De la lectura de sus poesías, surge con meridiana claridad que Le Pera no tenía la profundidad ni las inquietudes filosóficas de Discépolo, tampoco la poesía ni la nostalgia de los versos de Manzi; no existían la ironía ni el universo marginal que desenfadadamente exhibían los versos de Celedonio Flores; mucho menos el porteñismo de Romero pero, como ha escrito Gobello, «tenía el talento de identificar con claridad al personaje que cantaría sus letras», a lo que agregamos, la capacidad innata de imaginar figuras idiomáticas perdurables en la memoria popular.

Quedó sin grabar por el Zorzal una composición del binomio que por el deceso de ambos resultó menos difundida que todas las restantes. Se trata de Viejos tiempos, tango que luego de esa circunstancia, Francisco Canaro llevó al disco con la voz de Roberto Maida, el 28 de septiembre de 1937.

Tierig Tucci y el pianista uruguayo Alberto Castellanos, quienes armonizaron algunas de las canciones grabadas por el Zorzal, junto con Le Pera fueron personajes clave de los últimos años de la vida de Gardel, con quien el letrista murió en el accidente de Medellín ese infausto lunes 24 de junio de 1935.

José Le Pera, prestigioso abogado que integró el servicio diplomático argentino durante muchos años, a quien se hiciera referencia al comienzo de esta reseña, publicó en 1991 un libro titulado Carlos Gardel, sus amigos, su última gira, del que surge una invalorable información sobre esos últimos años de la vida de su hermano Alfredo.

El libro del doctor Le Pera está impregnado de un ya lejano pero perdurablemente emotivo recuerdo acerca de la figura de su malogrado hermano, rescatándola del segundo plano en el que el brillo del Zorzal la había ubicado pese al enorme talento exhibido en esos pocos años de fructífera relación con el cantor. 

 

Fuente: Torres, Carlos Federico. Gente de tango; Tomo II

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