Actriz y cantante, nacida el 10 de octubre de 1904 en el barrio de San Telmo en Capital Federal.
Fue sin dudas una de las figuras más emblemáticas y recordadas del espectáculo porteño durante buena parte del siglo veinte.
Su verdadero nombre era Laura Ana Merello, pero quedó definitivamente reconocida como «Tita de Buenos Aires» en la memoria popular.
Su infancia fue muy dura, internada en un orfanato hasta los nueve años de edad a partir de muerte de su padre cuando ella tenía cuatro meses.
Luego durante tres años trabajó de boyera en un campo cercano a Magdalena, en la provincia de Buenos Aires, y a los doce años volvió al lado de su madre.
Su natural desparpajo la llevó pronto al ambiente teatral, debutando en una zarzuela escenificada en el teatro Avenida, en la que desempeñaba un pequeño papel.
Luego, actuó como corista de una compañía que se presentaba en el teatro Bataclán, donde sus dotes, pese a actuar en la tercera fila de las bailarinas, fueron advertidas por el empresario y autor Roberto Cayol.
Éste la llevó al teatro Maipo, dando así inicio a una nueva etapa en la vida de la joven bailarina, donde pronto se transformó en vedette de la compañía.
Comenzó entonces a cantar, con un estilo particular y desenfadado, los tangos que entonces ya estaban de moda en el centro porteño.
A los veintisiete años, debutó en el cine en la película Tango, primer film del cine sonoro argentino, rodado en 1933.
Durante la filmación, conoció a otra figura del elenco, el actor Luis Sandrini, con quien mantendría por años un largo romance, plagado de vicisitudes.
Cuatro años más tarde, en 1937 pudo demostrar condiciones de actriz en la película La fuga; las que ratificó en 1943 en la película Cenizas al viento, ambas dirigidas por Luis Salaberry.
En 1947, filmó en México la película Cinco rostros de mujer y de regreso en Buenos Aires, en 1950 cubrió el rol estelar en las películas Arrabalera, dirigida por Lucas Demare con guión de Tulio Demicheli, en la que cantó el tango del mismo título perteneciente a Sebastián Piana y Cátulo Castillo, y Filomena Maturano, dirigida por Luis Montura, en la que interpretó (y nunca mejor el término) la milonga Pipestrela, con música de Juan Canaro y letra de Fernando Ochoa, actuaciones que consolidaron definitivamente sus pergaminos de actriz, en especial la que concretó en la segunda de las mencionadas películas. También de 1950, aunque ya más avanzado el año, es Los isleros, excelente film dirigido también por Lucas Demare, en la que por primera vez no cantó tema alguno, realizando en cambio una magnífica interpretación en un papel fuertemente dramático, la que le valió el premio a la mejor actriz otorgado por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina como asimismo el de la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina, galardón que volvería a obtener un par de veces más en su trayectoria.
En 1951, bajo la dirección de Daniel Tinayre, filmó Deshonra, en el que nuevamente interpretó un rol comprometido y dramático.
En 1954, protagonizó Mercado de Abasto, nuevamente bajo la dirección de Demare, en el que cantó acompañada por la orquesta de Francisco Canaro, la milonga Se dice de mí, otro de los temas que la identificaron definitivamente.
En ese mismo año, Tita grabó dicho tema acompañada por la orquesta de Pirincho en un disco en el que en el reverso dejaron registrado el clásico de Villoldo con letra de Marambio Catán El choclo.
Veinte años más tarde, en 1974, Demare la dirigió en la película La madre María, último film en el que director y actriz unieron sus nombres.
A partir de su actuación en Los isleros Tita fue definiendo un perfil de actriz dramática, con papeles en los que debió comprometerse fuertemente. Así ocurrió en Amorina, rodada en 1961 y dirigida por Hugo del Carril sobre la base de una pieza teatral interpretada por Tita en 1957.
Su actuación en el film, le valió nuevamente el premio a la mejor actriz, otorgado en este caso por el Instituto Nacional de Cinematografía.
En 1969, dirigida por Enrique Carreras filmó Viva la vida, película en la que cantó La milonga y yo, escrita especialmente para la ocasión por el pianista y compositor Tito Ribero con letra de Leopoldo Díaz Vélez.
Su retorno a los papeles dramáticos se produjo en la película Los miedos, junto a Soledad Silveira y Miguel Ángel Solá, dirigida por Alejandro Doria en 1980, y se completó con Las barras bravas, dirigida por Enrique Carreras en 1985, en la que sería su última participación cinematográfica. Ese año también protagonizó Los amores de Tita, escrita por el mismo director con quien había actuado en la temporada veraniega del año anterior en el teatro Odeon en la obra Para alquilar balcones.
No fue ajena tampoco a la actuación televisiva, recordándosela en ese ámbito en el programa Sábados Circulares de Mancera, que llegaba a los hogares durante varias horas de ese día de la semana.
En conjunto, su vasta trayectoria en el cine, el teatro, la televisión y la radio, le valieron el premio del Fondo Nacional de las Artes y a su vez el Instituto Nacional de Cine y Artes Visuales dio el nombre de Complejo Tita Merello a las tres salas que forman parte de sus instalaciones.
Dejamos para el final de esta reseña su trayectoria en el disco, es decir la actividad por la que se la incluye en un lugar destacado entre quienes aportaron al género musical que nos ocupa en este libro.
Inició la misma el 3 de agosto de 1927, con dos temas registrados para el sello Odeon que no fueron editados: Te acordás reo, perteneciente a Emilio Fresedo, y Volvé mi negra, con música del pianista José María Rizzuti y letra de José Gómez Díez.
En 1929, grabó para el sello Victor un total de ocho temas, acompañada por integrantes de la Orquesta Típica Victor que ese sello había constituido con el exclusivo fin de realizar grabaciones. El primero de ellos, registrado el 27 de mayo de ese año, fue ¡Qué careta!, tango de Edgardo Donato con letra de Celedonio Flores y Roberto Fontaina, a la postre también uno de sus interpretaciones más recordadas.
Para ese sello y con el mismo acompañamiento grabó en el año siguiente doce temas más, el último de los cuales, titulado Ña Toribia, grabado el 30 de noviembre de ese año 1930, marcó una interrupción de 24 años en sus registros discográficos, dado que no ingresó a un estudio de grabación hasta el 23 de julio de 1954, día en el que registró para el sello Odeon Se dice de mí y El choclo, con el acompañamiento de la orquesta de Francisco Canaro, grabaciones a las que se hiciera referencia con anterioridad al ocuparnos de su actuación en la película Mercado de Abasto.
En 1955, acompañada nuevamente por la orquesta de Canaro, grabó para Odeon siete temas más, entre ellos Arrabalera, el tango que había cantado en la película del mismo título filmada cinco años antes.
En 1956, siempre con el mismo acompañamiento, registró seis temas más, entre ellos, Niño bien, Pipistrela, Cambalache y Tranquilo, viejo, tranquilo, interpretaciones que también han perdurado hasta nuestros días.
Cuatro años más tarde, en 1960 regresó a los estudios de grabación, nuevamente para el sello Odeon pero ahora acompañada por la orquesta dirigida por Héctor Stamponi, con la que dejó registrados cuatro temas de los que existe frecuente difusión: Llamarada pasional —cuya letra le pertenece, siendo la música del mencionado director—, Naipe marcado, Qué vachaché y ¿Dónde hay un mango?.
Luego, desde 1964 y hasta 1969 grabó para el mismo sello Odeon un total de treinta y seis temas, acompañada por un conjunto dirigido por el pianista Carlos Figari, en el que se desempeñaban también Carlos Arnaiz como solista de violín y Máximo Mori, quien también se encargó de los arreglos, en solos de bandoneón.
La primera de estas grabaciones, la pieza de Manuel Sucher y la propia Tita titulado Decime Dios dónde estás, se realizó el 26 de septiembre de 1964, mientras que la última de esta extensa serie, el tango de Rodolfo Sciammarella y Enrique Cadícamo titulado Che Bartolo, fue registrada el 22 de octubre de 1969.
Seis días más tarde de esta grabación, Tita a dúo con Hugo del Carril, ambos en el carácter de invitados por la orquesta de Mariano Mores, grabaron con esta formación la milonga festiva Ahora te llaman Lulú, perteneciente al mencionado director y al letrista Rodolfo M. Taboada. Complementando lo que seguía siendo una actividad artística muy intensa, en los años sesenta comenzó a desarrollar otra de sus actividades de importante repercusión, en este caso social: desde las páginas de algunas revistas femeninas comenzó a impartir consejos a las jóvenes lectoras de esas publicaciones. Desde esas páginas, basándose en sus propias experiencias daba recomendaciones teñidas siempre de un fuerte contenido moral, acorde a las pautas vigentes en esa época. Ya en 1977, participó junto con Julio Marbiz en el recitado de un aire de milonga titulado Enteramente argentino, en el marco de la grabación de este tema para el sello Microfon realizada por la orquesta de Mores con la participación de Nito y Claudia Mores y el conjunto folclórico Los Chalchaleros en la parte cantada.
En 1979, para el mismo sello Microfon, Tita grabó un disco larga duración con la orquesta de Héctor Varela, el que fue dado a conocer bajo el título de Ayeres y hoy con la Merello y Varela.
Entre los sólo siete temas que integraron el álbum, se destacaron especialmente Al tango lo canto así, perteneciente a Tita, que se incluyó en el disco en dos versiones, con lo que el total de grabaciones alcanzó a ocho, la milonga Con permiso, del compositor y autor uruguayo Alberto Mastra, y Padrino pelao, el viejo tema de Enrique Delfino y Julián Canturias.
En 1991, fue invitada por Nacha Guevara a participar en un álbum editado por el sello RCA Victor, en el que Tita interpretó nuevamente su antiguo éxito Se dice de mí.
En sus años postreros, se sucedieron los homenajes con los que el fervor popular quiso retribuirla.
Así en 1987 el Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires la designó Ciudadana Ilustre de la Ciudad y en 1991 la Asociación Argentina de Actores le otorgó el premio Pablo Podestá con el que dicha entidad distingue a las grandes figuras de la escena nacional y el 11 de octubre de 1993 la Asociación Amigos de la Avenida Corrientes emplazó un busto en la avenida Corrientes 1318, exactamente el sitio donde estuviera el conventillo que habitara ochenta años antes.
Sus últimas actividades las realizó en el año 1994 en sendos ciclos radiales. Uno de ellos se irradiaba por radio Nacional y consistía en un micro diario titulado El cantar de los cantares.
El otro fue su participación desde su domicilio particular en el programa Tiempos modernos, que bajo la conducción del periodista Jorge Jacobson se irradiaba por radio Continental.
En 1996, vendió su departamento, donando lo obtenido por esa operación al Hospital de Niños. En ese mismo año, se inauguró en la intersección entre la calle Combate de los Pozos y la cortada Jenner una plaza que lleva su nombre.
Pasó sus últimos años viviendo bajo la protección del doctor René Favaloro en la Fundación que lleva el nombre de este ilustre médico argentino.
En el hospital que también lleva el nombre de este facultativo falleció el 24 de diciembre de 2002, a consecuencia de un paro cardiorrespiratorio. Esta mítica figura de la escena nacional tenía entonces 98 años de edad.
Fuente: Torres, Carlos Federico. Gente de tango; Tomo II
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