Cantor,
pianista, compositor y arreglador nacido el 6 de junio de 1907 en la estancia
La Piedad, ubicada entre las estaciones ferroviarias Guatraché y Avestruces, en
la provincia de La Pampa.
Su
verdadero nombre era Carlos Pérez de la Riestra y, al no existir Registro Civil
en el lugar, sus padres recién lo anotaron cuando se instalaron en el partido
de Puán, en la provincia de Buenos Aires.
Desde
los ocho años mostró vocación por la música, por lo que, por indicación
paterna, realizó los primeros estudios de solfeo y piano en el Conservatorio
Santa Cecilia, conducido por Alejandro Leone.
Una
vez terminados los estudios primarios, fue enviado a un internado de La Plata
para cursar el colegio secundario, y en 1922 la familia se instaló en el barrio
porteño de Belgrano.
Perfeccionó
sus estudios de piano, armonía, contrapunto y composición en el conservatorio
de Rafael Ortega y, posteriormente, en el de Orestes Castronuovo,
perfeccionando sus conocimientos en el piano.
Durante
una fiesta de fin de curso realizada en 1924 en el cine General Belgrano, tuvo
la misión de acompañar en piano a los diferentes cantantes, para finalmente, ya
fuera de programa, cantar también él.
En
esa fiesta se encontraban presentes los dueños de Radio Cultura, quienes lo
invitaron a participar en la emisora, impactados por su postura, simpatía, voz
y calidad como pianista.
El
ingeniero Enrique del Ponte, uno de los propietarios, fue quien le sugirió el
seudónimo Charlo, derivado de Charles (Carlos), ya que los oyentes no podrían
retener lo extenso de su nombre y apellidos.
Así
fue que, con su nueva identificación, empezó su carrera profesional. Se inició
en una línea marcadamente gardeliana, de la que sin embargo fue alejándose
paulatinamente, para llegar a crear su propio estilo, a través del cual destacó
un perfil muy sobrio, exento de efectismos y dotado de una perfecta afinación.
Era
además excelente ejecutante de piano, acordeón, violín y guitarra, eficiente
orquestador y un inspirado compositor que a veces escribió también sus propias
letras.
En
el año 1925, un vecino del barrio de San Cristóbal llamado Américo Fazzari, a
la sazón inspector municipal de teatros, lo conectó con el empresario Alberto
Ballesteros, quien, luego de escucharlo, lo contrató como cantor, actor y
compositor de los cuadros de una revista musical en el teatro Comedia de la
calle Carlos Pellegrini.
En
esa revista estrenó su tango Pinta
brava con letra de Mario Battistella, y su fox-trot Pim... pum, rataplán.
En
ese momento no actuaba ni en radio ni en teatro, pero grababa discos para el
sello Electra, donde quedaron registrados veinte temas, entre ellos cuatro con
letra y música del propio Charlo, acompañado en guitarras por Vicente Spina y
Miguel Correa.
En
ese mismo año, fue contratado por la RCA Víctor y en su primer disco dejó
registrados dos tangos suyos: Costurerita
y Pobre varón, con
letras de Celedonio Flores y de Francisco Brancatti, respectivamente.
El
año 1926 fue de una intensa actividad para el joven cantor, dado que por entonces
ensayaba diariamente durante cinco horas y practicaba vocalización con su
maestro de canto Enrico Castronuovo.
Además,
grababa con las orquestas de Francisco Canaro y de Francisco Lomuto y como
solista. Tres veces a la semana actuaba en radio, y los fines de semana se
presentaba en los principales cines de la Capital y sus alrededores.
En
1927 debutó como galán cantor en tres de las famosas revistas de la época,
género muy en boga por aquel entonces. Cada una de esas obras fue escrita y
dirigida por Manuel Romero, Ivo Pelay y Luis Bayón Herrera.
Mientras
se desarrollaba la temporada, fue convocado por Miguel Bucino, representante de
Francisco Canaro, quien deseaba grabar con él en el sello Disco Nacional Odeón,
dado que Charlo se había desvinculado de la casa Víctor y ya había grabado para
Odeón con la orquesta de Roberto Firpo, aunque esos discos nunca salieron a la
venta.
La
propuesta de Canaro, quien necesitaba reemplazar a Roberto Díaz, recientemente
desvinculado como estribillista de su orquesta, fue que le pagarían treinta
pesos por cada estribillo cantado, y su nombre no figuraría en las etiquetas,
tal como era costumbre hasta los primeros años de la década del treinta.
De
ese modo, recién cuando se reeditaron esas grabaciones en formatos distintos a
los discos de 78 revoluciones por minuto, pudo rescatarse el nombre de Charlo
como estribillista en esas grabaciones.
Según
José Gobello, sus primeras grabaciones con Canaro fueron los tangos de Raúl de
los Hoyos Dejá que diga la gente y Quemá esas cartas, a las que
les siguieron de inmediato el vals boston titulado Ramona, y el tango Lindo
tipo de varón.
Charlo
también realizó grabaciones con la orquesta de Francisco Lomuto, que era
artista del mismo sello.
Paralelamente,
con la orquesta de Francisco Canaro, cantaba los versos de los temas
presentados en los concursos que organizaba la Casa Max Glucksmann en el Gran
Palace Theatre.
Algunos
de los tangos cantados por Charlo en esos concursos fueron Duelo criollo,
de Lito Bayardo y Juan Razzano; Piedad, de Carlos Percuocco y Luis De
Biase; Te aconsejo que me olvides, de Pedro Maffia y Jorge Curi, y Alma
en pena, de Anselmo Aieta y Francisco García Jiménez.
Su
producción discográfica alcanzó los 1.080 registros, lo que lo ubica entre los
intérpretes del tango que concretaron la mayor cantidad de grabaciones.
Su
actividad en emisoras radiales, luego de su debut en Radio Cultura, prosiguió
en Radio LOY, para posteriormente ser contratado por Radio Nacional, antecesora
de la que luego pasó a ser Radio Belgrano, emisora en la que no sólo actuó como
cantor solista, sino que también oficiaba como locutor anunciando sus propias
interpretaciones. Como dato curioso, cabe recordar también que su voz era la
que anunciaba la hora oficial en esa emisora.
Gracias
a la difusión de sus discos, su voz se hizo muy popular en toda América,
especialmente en los países limítrofes. Así fue como en Uruguay fue contratado
por la Casa Max Glucksmann para inaugurar el cine Rex de Montevideo.
En
sucesivas giras siguió consolidando su fama. En Brasil, país en el que no sólo
interpretó tangos, sino también boleros y folclore, se presentó en el año 1935
y allí compuso su célebre tango Ave de paso, al que puso letra Enrique
Cadícamo.
En
1938 actuó con gran éxito en Chile, presentándose luego en Bolivia, Perú,
Venezuela, Cuba y los Estados Unidos.
Especialmente
en La Habana y en Lima, su éxito fue tal que lo catapultó a la fama en
Latinoamérica, siendo en muchos de esos países considerado como el sucesor de
Gardel.
En
la primera mitad de 1939 realizó una gira acompañado por un trío compuesto por
Osvaldo Pugliese, Federico Scorticati y Juan José Gallastegui, en piano,
bandoneón y violín respectivamente.
También
Panamá, Portugal y España fueron países en los que sus actuaciones dejaron
imborrables recuerdos.
En
estos dos últimos países estuvo radicado a partir de 1955, cantando a dúo con
Sabina Olmos, por entonces su esposa, en el espectáculo Estampas de
Hispanoamérica, ofrecido por la televisión, y en el casino de Estoril. Más
tarde actuó también en el cine español, filmando algunas películas en las que
participó como actor, pianista y cantor.
De
allí pasó a actuar en Francia y Bélgica, y por último, en 1956, visitó Colombia,
donde interpretó no sólo tangos, sino también ritmos melódicos y tropicales. En
esta gira compuso uno de sus últimos éxitos, el tema titulado Tango en
Colombia.
A
lo largo de su trayectoria de cantor, fue acompañado por músicos de gran jerarquía.
Luego de sus primeras actuaciones con Roberto Firpo, Francisco Canaro y
Francisco Lomuto, los tres estaban contratados por el mismo sello grabador,
cantó después con los marcos brindados por las orquestas dirigidas por Salvador
Ruiz de Luna en España, y por Adolfo Carabelli, Héctor Stamponi, Roberto
Pansera, Jaurés Lamarque Pons, Lucio Demare, Elvino Vardaro y la Orquesta
Típica Víctor en la Argentina.
Tuvo
además entre sus más calificados guitarristas a Rafael Iriarte, Iglesias,
Besada, Arrieta, Roberto Grela, Vicente Spina y Edmundo Rivero, cuando éste aún
formaba parte de conjuntos acompañantes de cantores.
Ya
en los años setenta cantó acompañado por la orquesta de Osvaldo Requena, con la
que en el año 1973 realizó su última actuación pública de relevancia en Buenos
Aires. En esa oportunidad interpretó dieciséis obras suyas conocidas, además de
estrenar sus dos últimas composiciones: Tango de la ausencia y Diquero.
Posteriormente,
y hasta pocos años antes de su muerte, cantó en café-concerts acompañado al
piano por el maestro Virgilio Expósito. También actuó hacia fines de los años
setenta, en el mítico Café de los Angelitos, en algunas oportunidades
acompañándose él mismo con el piano y en otras, contando con la colaboración del
mencionado Expósito.
Fue
importante también su actuación en cine, iniciada en 1935 con su participación
en el film El alma del bandoneón, dirigida por Mario Soffici, donde
lució sus cualidades de cantor.
En
1936, ahora dirigido por Luis César Amadori y junto a Pepe Arias, la Negra
Bozán y Alicia Vignoli, participó en el film Puerto nuevo.
Trabajó
también en Carnaval de antaño, filmada en el año 1940 con dirección de
Manuel Romero, durante cuyo rodaje conoció a la que sería su mujer, la actriz y
cantante Sabina Olmos, cuyo verdadero nombre era Rosa Herminia Gómez.
Acompañaban
a ambos en este film Florencio Parravicini, Sofía Bozán y Enrique Roldán.
Charlo
actuó también en Los troperos, Los muchachos se divierten, Un
sueño y nada más y, como se mencionó con anterioridad, en algunas otras
películas filmadas en España.
En
el ámbito gremial se desempeñó como secretario general de la Unión Argentina de
Artistas de Variedades.
Su
matrimonio con Sabina Olmos terminó en forma muy tormentosa en el año 1969. El
lamentable corolario de esta separación fue el suicidio de ella treinta años
más tarde, arrojándose desde la ventana de su departamento el 15 de enero de
1999.
En
su faz de compositor, Charlo fue un talentoso melodista, creando obras
importantes en la línea del tango romanza.
Su
producción registra cuatro tangos instrumentales, siete con versos del propio
Charlo y alrededor de treinta producciones con colaboradores en los versos de
la talla de Luis César Amadori, quien escribió las letras de Cobardía, Tormento
y Rencor; José González Castillo, autor de los románticos versos de El
viejo vals, impecablemente grabado a dúo por Floreal Ruiz y Enrique Campos
cuando ambos cantaban en la orquesta de Francisco Rotundo; José María Contursi,
a quien pertenece la poesía de Sin lágrimas; Esteban Celedonio Flores,
quien escribió las letras de Costurerita y Fueye; Cátulo
Castillo, autor de los versos de Tortura y Sin ella; Francisco
Bohigas; Homero Manzi, quien escribió los versos de la milonga Oro y plata
y del vals Tu pálida voz; y Enrique Cadícamo, a quien pertenecen las
letras de No hay tierra como la mía, Rondando tu esquina, La
barranca, Viejas alegrías y Ave de paso, aquel tango que,
como ya se recordara, compuso en Brasil en el año 1935 y que quizás sea su obra
más difundida entre las muchas que resultaron exitosas.
En
sus últimos años fue objeto de merecidos reconocimientos. Así, al cumplir
cincuenta años con el tango, se lo homenajeó en el Teatro Solís, máximo
escenario montevideano, y el 29 de junio de 1990, en un acto realizado en el
Salón Dorado del Teatro Colón de la ciudad de Buenos Aires, junto a otras
cuarenta personalidades, fue distinguido como Académico de Honor por la
Academia Nacional del Tango de la República Argentina.
Se
lo veía muy bien ese día, cuentan las crónicas que reflejaron el suceso. Por
eso resultó dolorosamente sorprendente la noticia de su fallecimiento,
producido luego de una breve dolencia, el 30 de octubre de ese mismo año. Tenía
entonces 83 años de edad.
Fuente: Torres, Carlos Federico. Gente de
tango; Tomo I
biografia
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