En efecto, hijo de un soldado de la guerra del Paraguay que tocaba el acordeón y la concertina, comenzó presentándose en público como intérprete de la guitarra y del mandolín, integrando en ocasiones un dúo con el guitarrista Luciano Ríos.
Al mismo tiempo, Domingo encaró el aprendizaje del bandoneón, basándose únicamente en observar a su padre ejecutar la concertina.
Así, al poco tiempo ya era un excelente intérprete del fuelle, con el que pronto comenzó a actuar en una academia de baile.
En el año 1906, interpretaba tangos con su bandoneón en cafés de la Boca y Barracas, y en 1910, ya con un instrumento de 71 teclas, en una época en la que mayoría de los bandoneonistas tocaban instrumentos de sólo 53 teclas, actuó en el café La Morocha de la calle Corrientes, al frente de un cuarteto en el que era secundado por su hermano Juan, en piano; Carlos Hermani Macchi, en flauta, y Julio Orioli, en violín.
En esas presentaciones era habitual que el conjunto interpretara valses de Strauss y Waldteufell, muy de moda en esa época.
El 22 de mayo de ese mismo año, mientras trabajaba en el Ferrocarril Oeste, sufrió un accidente de trabajo del que resultó con su pierna izquierda fracturada, quedándole a partir de entonces cierta cojera que le valió el apodo de el Rengo Santa Cruz.
Alejado definitivamente de su trabajo ferroviario como consecuencia del aludido percance, dedicó de ahí en adelante todos sus esfuerzos a la música, alternando por esos años su actuación en los cafés porteños con periódicas giras por el interior de la provincia de Buenos Aires, donde su presencia era muy apreciada por el público.
Dedicado también a la conducción de una academia de bailes, dedicó también a este salón buena parte de sus afanes, dejando de lado propuestas de actuación que hubiesen acrecentado su renombre y seguramente también sus medios económicos.
Al respecto, se ha señalado que la increíble modestia de Domingo, rayana en la indiferencia acerca de su propio valor, lo llevó a desechar concretos ofrecimientos para trasladarse a Estados Unidos a grabar discos para la casa Tagini. También rechazó ofrecimientos para actuar en salones de la categoría del Royal Pigall movido por esos mismos sentimientos de subvaluación de sus propias aptitudes.
Su única actuación fuera del país se produjo en 1916, año en el que se presentó al frente de su orquesta en Montevideo, ciudad en la que realizó una exitosa temporada en el local conocido como Tupí–Nambá. En la primera mitad de la década del veinte, condujo su propia orquesta ante los micrófonos de las flamantes emisoras LOX Radio Cultura y LOY Radio Nacional, antecesora de radio Belgrano.
Por esa época, comenzó a percibir los primero síntomas de la tuberculosis, mal que muy joven aún provocaría su deceso, por lo que luego de esas presentaciones radiales se alejó de la actividad, salvo esporádicas presentaciones que realizara en la ciudad de Tres Arroyos, a la que acudía a solicitud de su hermano Juan.
El estudioso del bandoneón Oscar Zucchi lo ha considerado como «el más puro ejemplo de músico intuitivo y autodidacta, poseedor de una gran digitación y un enorme talento natural para la rápida improvisación de melodías, virtudes que se han difundido a través de testimonios, debido a que Santa Cruz no dejó grabado registro alguno».
Su tango más famoso, Unión Cívica fue escrito en el año 1904, y estaba dedicado a Manuel Aparicio, periodista y político.
El tema fue pasado al pentagrama por Alfredo Bevilacqua, debido a que Santa Cruz no contaba aún en esa época con los conocimientos necesarios para realizar esa tarea.
Don Francisco García Jiménez ha escrito que «si bien a dicho tango se lo apropiaron como propio los partidarios de la Unión Cívica Radical, en realidad estaba dedicado a la otra rama del partido, surgida también de la Revolución del Parque de 1890, en decir la encabezada por el aludido Aparicio, quien se encontraba al frente de una fracción más conservadora que la que comandaba Alem y a la que se conoció como Unión Cívica Nacional».
García Jiménez ha abonado su afirmación explicando que «Santa Cruz se encontraba ligado a Aparicio a través de sus padres, quienes habían trabajado a su servicio».
Otros de los tangos de Santa Cruz fueron Piovano, dedicado al hospital Piovano de la ciudad de Tres Arroyos, en la que estaba actuando cuando un agravamiento de la enfermedad que padecía obligó a su internación en dicho nosocomio; Hermani, dedicado al flautista que integrara su conjunto musical; Recuerdos, tema que fue objeto de una vivaz grabación por parte de Francisco Canaro; El viejo, Mi compadre, A mi zaino y Hogar deshecho, tema llevado al disco por Francisco Pracánico con la orquesta que dirigía en el año 1927.
Su obra postrera, escrita poco antes de fallecer, en colaboración con su hermano Juan, fue La siesta del bohemio, tango al que puso versos Daniel López Barreto.
De su labor compositiva, los hermanos Bates han destacado «su fabulosa capacidad para improvisar melodías que luego se transformaron en perdurables tangos, valses o mazorcas, muchas veces atribuidos a otros compositores».
Los mencionados autores señalan que «Gabino Ezeiza solía quedarse durante horas al lado de Santa Cruz, escuchando improvisar esas melodías de las que otros se apropiaron».
Se contó además entre los primeros socios del Círculo de Autores y Compositores de Música, entidad a la que se considera antecesora de la actual SADAIC.
Santa Cruz falleció en la más absoluta pobreza el 5 de agosto de 1931, a los cuarenta y seis años de edad, a poco de regresar a Capital Federal de una sus giras por el sur bonaerense, la que interrumpiera como consecuencia del agravamiento de su enfermedad.
Fuente: Torres, Carlos Federico. Gente de tango; Tomo III
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