Bandoneonista, compositor, arreglador y director de muy prolongada trayectoria en el tango. Había nacido en Capital Federal el 27 de agosto de 1919.
Desde muy pequeño inició sus estudios musicales con el maestro José Junissi, hermano de Alejandro, recordado compositor del tango El ingeniero, participando en el conjunto juvenil que su maestro dirigía.
Ya adolescente, formó rubro con el pianista Armando Cupo, con quien realizó una gira por las provincias de Córdoba y Santa Fe.
Paralelamente, en 1933 ingresó al Colegio Industrial Otto Krause, planteándose a sí mismo que su incipiente carrera musical no le impidiera continuar sus estudios, los que culminaron en 1939 con el título de químico industrial.
En enero de ese mismo año, se vinculó al conjunto de Emilio Balcarce e integró por breve tiempo la Orquesta Típica Novel, perteneciente al local nocturno Novelty que se ubicaba en la calle Esmeralda, con la que también actuó en el mítico café El Nacional.
Ya en el mes de diciembre de 1939, el violinista Benjamín Holgado Barrios lo vinculó a la orquesta de Ángel D’Agostino, en la que permaneció hasta 1943. Fue en esta agrupación en la que comenzó a realizar trabajos de orquestación, no sólo para este conjunto, sino también para la editorial Korn, la que imprimía los mismos para su posterior utilización por parte de otros conjuntos interesados.
Paralelamente a estas actividades, continuó sus estudios de armonía y composición con Jacobo Fischer y de interpretación del bandoneón con Francisco Paco Requena.
Desvinculado de D’Agostino, en 1944 realizó arreglos e integró la última agrupación que formó Juan Carlos Cobián a poco de regresar éste de su última estadía en Estados Unidos.
Con ella efectuó algunas grabaciones y se presentó en audiciones en radio El Mundo.
En ese mismo año, participó de la fundación de la primera orquesta de Horacio Salgán, con quien también realizó presentaciones en radio El Mundo, aunque la agrupación todavía no había sido aceptada por los distintos sellos grabadores de la época.
Su vínculo con Salgán se extendió hasta mediados de 1945 y luego, al producirse la deserción en masa de los músicos de Miguel Caló, ingresó a la orquesta de éste a instancias del pianista Miguel Nijenson.
Después de permanecer durante un año con Caló, comenzó a comandar la formación que acompañó a Francisco Fiorentino, cuando Astor Piazzolla se retiró de la dirección de este acompañamiento.
Así fue como Spitalnik acompañó a Fiore en la grabación de dos temas para el sello Odeon: el tango Tomo y obligo y el vals Ensueños, ambos registros realizados el 6 de agosto de 1946.
También en esa época asumió la tarea de formar las orquestas para el acompañamiento de los cantores Raúl Iriarte y Hugo del Carril.
Durante el verano de 1947, Spitalnik dirigió la agrupación que acompañaba al cantor Hugo Gutiérrez, también violinista y compositor de las bellas melodías de Después y Fruta amarga, actuando durante toda esa temporada en el Casino de Mar del Plata.
Paralelamente a toda esta actividad profesional, perfeccionó sus conocimientos referidos a arreglos e instrumentación, los que volcó por entonces en importantes trabajos para la orquesta de Aníbal Troilo, para quien su primera orquestación fue la del tango Cafetín de Buenos Aires, que Pichuco de inmediato grabó con la voz de Edmundo Rivero, a la que siguieron otras, entre ellas un modelo de perfecta combinación de voces y sonidos en el solo de violín magistralmente interpretado por David Díaz que escribió para la grabación del tango La viajera perdida, también vocalizado por Rivero.
Más adelante, siguió desplegando su talento como arreglador en trabajos realizados para las orquestas de Francini y Pontier, José Basso y Osvaldo Pugliese.
Junto con estas tareas, Ismael seguía realizando presentaciones como director e intérprete, y así fue que al regresar de su temporada veraniega con Hugo Gutiérrez en Mar del Plata, volvió a acompañar a Florentino, ahora al frente de un cuarteto que completaban Oscar Grimaldi, en piano; Tito Besprovan, en violín, y Alberto Celenza, en contrabajo, con el que se presentaron en distintos cafés de Buenos Aires durante varios meses de ese año 1947.
En el verano siguiente, retornó a Mar del Plata, en este caso actuando al frente de otro cuarteto del que formaba parte un primo de Astor Piazzolla. Ya en 1952, dirigió la orquesta que acompañó al cantor Aldo Calderón en la grabación de catorce temas para el sello RCA Victor.
La serie se inició el 28 de marzo de ese año con el registro De vuelta al bulín, viejo clásico de José Martínez y José María Contursi, y Ansina es la madre mía, un estilo perteneciente a V. Galieri, y finalizó el 4 de mayo de 1954 con Oración rante, perteneciente a Roberto Chanel y Aldo Queirolo, y Qué querés con ese loro, antigua composición de Enrique Delfino y Manuel Romero.
En el medio quedaron perdurables registros de los tangos Murmullos, de Juan Carlos Patrón y Froilán Aguilar; Será una noche, de José Tinelli y Manuel Ferradas Campos, y Mientras caía el telón, de Fernando Tell y Juan Pueblito.
En 1955, dirigió el acompañamiento de Hugo del Carril, en presentaciones realizadas en radio Splendid durante dos meses y al año siguiente ingresó a las filas de Osvaldo Pugliese, a fin de ocupar el lugar que había dejado vacante la muerte de Roberto Pepe, ahogado en el balneario de Vicente López a fines de noviembre del año anterior.
Julio Nudler señala que «la incorporación de Spitalnik permitía mantener el delicado equilibrio ideológico entre los miembros de esta formación, dado que tanto el fallecido Pepe como su reemplazante compartían las ideas políticas con el director, quien militaba en el Partido Comunista, de modo tal que el número de adeptos a esa agrupación política seguía estando equiparada la de los miembros de la orquesta que no estaban de acuerdo con ella».
Con esta orquesta, Ismael participó en la recordada gira que el conjunto realizó por la Unión Soviética y China durante la segunda mitad del año 1959.
Su permanencia en ella se prolongó hasta mediados de 1961, ocasión en la que decidió alejarse de la actividad musical a fin de encarar un emprendimiento industrial cuyo objetivo era la fabricación de productos plásticos, aprovechando de este modo su título de técnico en química industrial obtenido veintidós años antes.
Inició así un prolongado paréntesis en su carrera de músico, la que reanudó recién en 1987, cuando cerró su fábrica a fin de jubilarse.
Al reanudar su actividad musical, realizó un viaje por nueve ciudades de la Unión Soviética, y en 1990 se presentó con un septeto integrado por excelentes músicos que se unieron al bandoneón de su director. Ellos eran Normando Lázzara, en piano; Carlos Piccione y Gabriel Rivas, en violines; Osvaldo Gurnitz, en contrabajo; Andrés Rivas, en viola, y Patricio Villarejo, en violoncello.
La agrupación, a la que se la denominó Septeto Bien Milonga, en alusión a una de las más celebradas composiciones del director, grabó en el mes de mayo de 1991 un disco compacto para el sello Melopea, en el que se incluyeron once temas, de los cuales dos, La última curda y Ventanita de arrabal, fueron cantados por José Antonio López, el mismo vocalista que en 1981 interviniese en las últimas grabaciones de la orquesta de Osvaldo Fresedo.
Entre los nueve temas restantes, todos instrumentales, Ismael incluyó junto a temas clásicos como Recuerdo —de su antiguo director y camarada Osvaldo Pugliese—, Los mareados y Adiós Nonino, algunas de sus nuevas composiciones, escritas en esta nueva etapa de su trayectoria, como El Troesma, Bandoneón melancólico y Presencia tanguera —dedicados a Osvaldo Pugliese, Aníbal Troilo y Alfredo Gobbi, respectivamente—, y De buena estampa, también otra de sus recientes obras.
Con el septeto, con algunas variantes en relación a su integración inicial, siguió realizando frecuentes actuaciones durante casi toda la década de los años noventa, incluyendo presentaciones en diversos escenarios porteños y en el canal Sólo Tango hasta pocos meses antes de su fallecimiento.
En esta agrupación, última que dirigió en su extensa aunque interrumpida trayectoria, Ismael puso de manifiesto su concepción evolucionada del género, pero respetando los límites de permanencia de su música dentro del mismo.
Sus propuestas, esbozadas magníficamente en sus arreglos y composiciones, se plasman definitivamente en el aludido septeto.
Como compositor, sin desmedro de la producción final realizada a comienzos de los años noventa ya detallada con anterioridad, es de fundamental relevancia la que diera a conocer en las décadas de los años cuarenta y cincuenta.
Su primera producción fue el tango Todo terminó, cuya melodía escribió en colaboración con el bandoneonista Alfredo Attadía en el año 1942 cuando ambos integraban la fila de bandoneones de la orquesta de Ángel D’Agostino.
El tema fue grabado por esta agrupación el 14 de diciembre de ese mismo año con la voz de Ángel Vargas cantando los versos escritos por Mario Soto, por entonces presentador del conjunto.
En 1951, compuso Bien milonga, con el que dio comienzo a una serie de tangos milonga de corte moderno y atractivas melodías. El tema, en el que se aprecia una adecuada mezcla de canyengue y sentimental, fue grabado por las orquestas de Aníbal Troilo y de Osvaldo Pugliese, en ambos casos sobre arreglos del propio compositor.
En esa misma línea, en 1953 dio a conocer Fraternal, dedicada a los presos políticos de la época, entre los cuales se encontraba precisamente él.
De este tango, perduran excelentes grabaciones de las orquestas de Alfredo Gobbi en el mismo año de su producción y de la de Aníbal Troilo tres años más tarde.
Su producción continuó luego con Anónimo, Gente amiga, grabado por Pugliese en 1958 con Spitalnik en la fila de bandoneones; Juan Pueblo, también registro de esta orquesta en 1981; De buena estampa, Presencia tanguera y A los tríos milongueros, una de sus últimas composiciones, incluida en el repertorio del Septeto Bien Milonga.
En relación a sus temas cantables, cuya producción fue menos extensa, además del ya mencionado Todo terminó se destaca San Pedro y San Pablo, con letra de Julio Huasi, que Aníbal Troilo grabó dos veces con la voz de Roberto Goyeneche: una en 1959 para el sello Odeon y otra en 1963, cuando había retornado a RCA Victor. Spitalnik manifestó en cierta ocasión que «lo complicado del título conspiró contra la difusión del tema».
También entre sus cantables está el menos difundido Ni me entrego ni me voy.
E1 12 de octubre 1999, cuando tenía 80 años de edad, en Ramos Mejía, provincia de Buenos Aires, una dura enfermedad que lo afectaba desde hacía tiempo, lo abatió para siempre.
Poco más de un mes más tarde, el 16 de noviembre de ese año, con la firma de Gaspar Astarita se publicó en el número 158 de la revista Tango y Lunfardo, editada en la ciudad de Chivilcoy, una semblanza sobre Spitalnik que no queremos dejar de recordar.
Se decía allí que «fue un hombre extremadamente sencillo, de arraigadas convicciones políticas. Vivió desentendido de la promoción publicitaria. En lo exterior, era, como se dice ahora, de perfil bajo. Hasta en la manera de ejecutar el bandoneón se mostraba pausado, sin alharacas. Abría poco el fuelle, lo estrictamente necesario. No había poses en él, ni desbordes ni movimientos exagerados. Así vivió y así murió, austeramente. Pero con dignidad. Como hombre de ideales y como profesional de mérito».
Fuente: Torres, Carlos Federico. Gente de tango; Tomo III
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