Alfredo Julio Floro Gobbi - Biografía

Figura preponderante del tango, había nacido en París el 14 de mayo de 1912, ciudad en la que sus padres —el matrimonio conformado por Alfredo Eusebio, cuya vida se reseña en el apartado anterior, y la cupletista chilena Flora Rodríguez— llevaban siete años de intensa actividad artística, incluso grabando los primeros tangos junto a Ángel Villoldo, quien fuera así elegido como padrino de bautismo del nuevo vástago de la pareja. La familia regresa a Buenos Aires y se radica en Villa Ortúzar, cuando Alfredito no había cumplido aún los dos años de vida, por lo que la niñez del pequeño se vinculó con ese barrio.

En el seno de una familia de artistas, el pequeño estudió música desde muy niño, primero intentando extraer notas de un armonio y a los seis años de edad, comenzando sus estudios de piano.

A los nueve años vendía diarios y revistas en la esquina de Triunvirato y Estorba, muy cerca de su casa. Fue en esa época que su padre le obsequió su primer violín, inscribiéndolo además en un Conservatorio a fin de que tomara lecciones impartidas por el profesor Natalio Carmini.

A los trece años, integró un trío como violinista, junto con un bandoneonista y un guitarrista para actuar en bailes formativos y un año después tocaba tangos con su violín en un café de su barrio de Villa Ortúzar. A los quince años de edad, tiempo en el que tocaba en el salón Príncipe George de la calle Sarmiento, compuso su primer tango, titulado Perro fiel.

Por entonces, agregó a su puesto de diarios y revistas, la venta de naranjas, a fin de incrementar sus ingresos y poder así costear el tranvía y la entrada a los espectáculos del cine Select Lavalle de calle Lavalle 921, donde tocaba el sexteto de su admirado Julio De Caro.

Su ingreso como violinista a la orquesta de Antonio Lozzi implicó su inicio a la actividad profesional, por lo que dejó su puesto de ventas de diarios y naranjas.

Con esa agrupación, actuó en los teatros Comedia, en primer término, y Nacional, con posterioridad. Al mismo tiempo, ingresó a la orquesta del pianista Luis Casanova, con quien actuó en los bailes del salón Italia Unita.

1927 fue un año de grandes acontecimientos para el joven Alfredito. En efecto, al comienzo del mismo se incorporó a la orquesta de Juan Maglio, contratada para animar los bailes del Pabellón de las Rosas para integrar luego fugazmente la orquesta de Roberto Firpo.

Ese año de intensa actividad finalizó con su incorporación a las orquestas del bandoneonista Carlos Tirigal, con la que actuó en el café Germinal, y a la del pianista Manuel Buzón.

En 1929, actuó en las orquestas del bandoneonista Anselmo Aieta, en la del guitarrista Mario Pardo (en la que Gobbi estrenó su tango Desvelos), en la del pianista Adolfo Avilés y en la del violinista Antonio Rodio. También en este año, amenizó las funciones del cine Metropol interpretando el piano.

En 1930, conformó un trío con el bandoneonista Domingo Trigueros y con el exquisito pianista —y partir de entonces su entrañable amigo—, Orlando Goñi.

En ese mismo año, se incorporó al sexteto que habían formado Elvino Vardaro y Osvaldo Pugliese. La integración de este sexteto se completaba con el contrabajista Luis Adesso y los bandoneonistas Miguel Jurado y Aníbal Troilo, por entonces aún muy poco conocido. Al alejarse Vardaro de la dirección del conjunto, en 1931, Gobbi, con menos de 20 años de edad, pasó a codirigirlo con Pugliese, pero en 1932 se produjo la disolución del mismo tras algunas giras por el interior del país que acarreó al conjunto fuertes pérdidas económicas. Como podrá inferirse, se trataba de una época de gran inestabilidad para los músicos, muy afectados por la irrupción del cine sonoro y la consiguiente desaparición de sus actuaciones como complemento del cine mudo.

Disuelto el sexteto, Gobbi volvió a incorporarse a la orquesta de Manuel Buzón, a fin de realizar una temporada de audiciones radiales que fueron irradiadas desde el cine Monumental.

Concluida esta etapa, Alfredo formó su propio sexteto, siendo sus integrantes Orlando Goñi, en piano; Aníbal Troilo y Alfredo Attadía, en bandoneones; Agustín Furchi, en contrabajo; el propio director, como primer violín, y José Goñi —hermano de Orlando—, como segundo ejecutante de este instrumento.

Este excelente conjunto no alcanzó, sin embargo, el reconocimiento popular necesario para su subsistencia y prontamente debió disolverse.

Debe destacarse al respecto que Gobbi, al igual que Pugliese, Vardaro y Troilo, era por entonces de los músicos más relevantes de lo que dio en llamarse «línea o escuela decareana», pero esta forma de ejecución sólo era reconocida por un público muy exquisito, por lo que los empresarios del espectáculo eran remisos a contratar agrupaciones con músicos de semejante categoría pero escaso reconocimiento popular.

Formó luego un dúo con Osvaldo Pugliese para actuar en LS2 Radio Prieto, también de escasa duración y luego conformó nuevamente un sexteto, ahora para actuar en el cine Garay. En esta ocasión, lo acompañaron Aníbal Troilo, Alfredo Calabró, José Goñi, Agustín Furchi y Osvaldo Pugliese.

Finalizado este ciclo, Gobbi se incorporó a la orquesta del violinista Alberto Pugliese, hermano de Osvaldo, y luego cumplió una temporada en Mar del Plata, integrando la orquesta de un director de apellido Savastano.

En 1935, ingresó como primer violín de la orquesta de Pedro Laurenz, en la que cumplió un rol relevante en la orientación musical de esa formación recién constituida.

Luego, ya en la segunda mitad de la década del treinta, integró sucesivamente las orquestas del bandoneonista Joaquín Do Reyes y de los pianistas Armando Balliotti y Nicolás Vaccaro.

En 1941, en Montevideo, se desempeñó como primer violín de la formación de Pintín Castellanos y en 1942 pudo al fin concretar el proyecto a través del cual desde sus inicios aspiraba a orientar su actividad artística: la conformación de su propia orquesta.

La nueva agrupación debutó en el cabaret Sans Souci de la ya por entonces avenida Corrientes, siendo sus primeros integrantes además del director, Bernardo Germino y Antonio Blanco, en violines; Juan Oliverio Pro, en piano; Deolindo Casaux, Edelmiro Toto D’ Amario, Mario Demarco y Ernesto Tito Rodríguez, en bandoneones, y Juan José Fantín, en contrabajo, contando con las voces de Walter Cabral y Pablo Lozano.

Al año siguiente, salvo los cantores y el director, la orquesta había modificado totalmente sus integrantes. Ahora, los violinistas que acompañaban al primer violín de Gobbi eran Julián Ortiz, Emilio González y José Singla; los bandoneonistas eran Antonio Roscioni, Orlando Ponzoni, Alfredo Núñez y Babelli; el contrabajo estaba a cargo de Fernando Cabarcos, quien luego integraría durante sus diez años de duración la orquesta de Francini Pontier, y el pianista pasó a ser el uruguayo César Potrillo Zagnoli.

A través de los años, y hasta la disolución de la orquesta en 1958, también pasaron por ella los pianistas Roberto Cicaré y Osvaldo Tarantino; los bandoneonistas Cayetano Sebastián Cámara, Mario Demarco (cuyo verdadero nombre era Mario Lapuncina), Eduardo Rovira, Edelmiro Toto D’ Amario — quien regresó a la misma luego de su desvinculación en el año 1943— y los aún vigentes Alberto Julián Garralda y Osvaldo Piro; los violinistas Hugo Baralis, Ariel Haroldo Gussaghi y Eduardo Salgado, y los contrabajistas Omar Sansone, Alcides Rossi, Ramón Dos Santos y Osvaldo Monteleone, además de los cantores que sucesivamente integraron la orquesta desde 1942 a 1958: los ya mencionados Cabral y Lozano, a los que luego sucedieron Oscar Ferrari y Osvaldo Ribó, quienes al igual que los dos primeros no alcanzaron a grabar con esta orquesta, posibilidad que sí se concretaron Carlos Heredia, Hugo Soler, Héctor Maciel, Jorge Maciel, Ángel Díaz, Héctor Coral, Carlos Almada, Tito Landó, Alfredo Del Río, Mario Beltrán y Carlos Yanel, más adelante conocido en el ámbito de la canción melódica como Siro San Román.

La orquesta de Gobbi llegó al disco recién cinco años después de su formación. Su debut en los estudios discográficos se produjo el 16 de mayo de 1947, día en el que grabó para el sello RCA Victor, el tango de Vicente Greco La viruta y el vals perteneciente al padre del director La entrerriana, cantado a dúo por Heredia y Soler. Las grabaciones para el mencionado sello se prolongaron hasta el 8 de octubre de 1957, fecha en la que con la voz de Carlos Yanel grabó el tango Reflexionemos, de Juan Pablo Martín.

Durante su permanencia en RCA Victor grabó un total de setenta y seis temas.

Los presentadores de la orquesta fueron Roberto González Rivero, el popular Riverito, el mismo que actualmente desarrolla tareas en la televisión en el anuncio de los números favorecidos en los juegos de azar, y Miguel Ángel Merellano, hombre que posteriormente tuviera importante actuación en radio y televisión hasta que se produjera su trágico fallecimiento.

Luego, en 1958 registró para el sello Orfeo seis temas más, entre el 17 de abril y el 31 de julio de dicho año. Cabe consignar sin embargo, que en esta última etapa uno de esos seis temas, el tango de Etchegoncelay y Sapelli Adiós corazón, fue grabado dos veces, ambos el día 17 de abril de ese año 1958.

Una versión, que salió a la venta, fue vocalizada por Tito Landó, pero la otra recién fue editada por el Buenos Aires Tango Club en el año 2005, interviniendo como cantor Alfredo Del Río, por lo que, en contra de lo que surge de la discografía oficial de Gobbi en el sello Orfeo, cabe computar siete y no seis grabaciones.

Por entonces, la que fuera su última orquesta se formaba con Eduardo Salgado y Ariel Haroldo Gessaghi, en violines; Mario Demarco, Luis Maggiolo, Osvaldo Piro y Emilio Nurié, en bandoneones; Normando Lázzara, en piano, y Osvaldo Monteleone, en contrabajo.

A partir de entonces, las actuaciones del conjunto fueron cada vez más esporádicas.

Se ingresa así al período final de la vida del «Violín Romántico del Tango», oscura etapa que se pierde en la nebulosa. Testigos de ella son aún hoy reticentes a dar información precisa sobre lo que ocurrió con el afamado director.

Queda de ese período la formación en el año 1962 de un quinteto integrado por Aulicino, Sappia, Nurié, Sucaré y el propio director, con el que actuó en la confitería Siglo XX, de Corrientes y Uruguay.

Después, el horizonte de su vida se pierde definitivamente. La gran pregunta es: ¿qué pudo haber ocurrido para que un músico tan representativo de toda una etapa del tango concluya su vida tocando el piano casi en el anonimato en sórdidos locales nocturnos?

Quienes lo conocieron aseguran que era un hombre triste, con un mundo interior casi inaccesible. Astor Piazzolla en sus Memorias señala que «... Lo que a mí me destruyó fue el final de Gobbi, porque siendo quién era terminó tocando en un café muy ruin, del bajo mundo, vencido por el alcohol y quizás por otras cosas».

También el ya mencionado Riverito ha señalado que «Alfredo tenía ciertas debilidades humanas y pagó tributo por ellas» agregando que «lo cierto es que esto venía de lejos y no es fácil recuperarse, era lisa y llanamente una enfermedad».

Teniendo en cuenta la escasa información existente acerca de esta última etapa de su vida, consideramos de interés recoger algunos testimonios al respecto, como el que se brinda en un artículo publicado en el diario Clarín del día 14 de mayo de 1998, con motivo de cumplirse el octogésimo sexto aniversario de su nacimiento.

En ese artículo se expresaba que «sus últimos años fueron marcados por el alcoholismo y ensombrecidos por la ignorancia y la necedad de los empresarios. La RCA no le renovó el contrato y, presumiendo que el tango estaba en decadencia, se ordenó la destrucción de gran número de matrices de discos, entre los que estaba buena parte de la obra de Gobbi. Empobrecido y enfermo, su último recurso fue tocar el piano en tristes boliches del Once y los suburbios. Murió completamente solo, en una sórdida pieza de hotel».

Dos semanas más tarde, el 31 de mayo de 1998, Felipe Yofre escribió en el diario La Nación: «Aún lo visualizo en su final en 1965, un día de mayo, mes de Troilo, tocando el piano en El Olmo del Once y otros locales del centro. Se alojaba en un hotelito de la calle Sarmiento, en una pequeña y modesta habitación debajo de una escalera de madera, donde recibía a sus “frates”..., entre ellos el poeta Julio Camilloni, con quién escribió un tango antológico: Tu angustia y mi dolor».

A lo expuesto anteriormente, cabe agregar que había contraído matrimonio con Elidia Weizel, con la que tuvo dos hijas mujeres, a las que llamaron Amanda y Teresa, las que poco y nada han contribuido a aportar datos sobre la vida de su padre. Así, no es mucho más lo que se sabe de la vida privada de Gobbi en su etapa de adultez.

El 21 de mayo de 1965 era viernes. Ese día, según las crónicas de los diarios, víctima de un síncope cardíaco, moría una de las figuras más enigmáticas, pero al mismo tiempo más emblemáticas del tango. Poco antes, había cumplido 53 años de edad.

Como compositor, había dejado una importante producción, cuyo detalle, es el siguiente: Perro fiel, su primera producción, escrito en el año 1926; Muguette, compuesto en 1927; Desvelos de 1928; De punta y hacha en 1929; Mi paloma, El desquite y Ensueño de amor, los tres de 1930; Arbolito, Cavilando y Mi novela, en 1931; Cuando llora mi violín, ya en 1937; Soy el cantor de la orquesta, primera de sus composiciones que alcanzó importante difusión, la que fue escrita en 1941; Dicen que sos mala, de 1943; La trucada, producción de 1944, al que le siguió una de sus grandes composiciones, Orlando Goñi, escrita en 1947 en homenaje al pianista fallecido dos años antes que fuera su entrañable amigo.

A este tema al que muchos consideran su obra máxima le siguió en 1949 uno de sus grandes tangos cantables: Tu angustia y mi dolor, con versos de Julio Camilloni, otro de sus grandes amigos de la noche.

Ya en una etapa de grandes composiciones, en 1950 escribió El andariego, hermosa melodía dedicada a su padre.

Sigue luego en orden cronológico Cuatro novios, escrito en 1954 con letra de Villalba y Salinas, ignotos poetas cuyos nombre de pila no han sido nunca consignados en las láminas de los innumerables discos en los que sin embargo el tema ha sido incluido.

De 1955, son los cantables Un tango para Chaplin, con letra del poeta entrerriano Bernardo Salas en la que éste evoca la perdurable vigencia del célebre actor inglés en la memoria de los niños que alguna vez todos fuimos a través de sus más recordadas películas, y la milonga A mis manos, la que cuenta con excepcional letra de Julio Camilloni, ambos grabados por la orquesta de Alfredito con la voz de Alfredo Del Río, en marzo y julio de ese mismo año.

La trilogía de temas compuestos en ese año 1955 se completó con el instrumental Redención, bellísimo tango dedicado A Jesús de Nazareth, que no grabó con su orquesta, haciéndolo en cambio Astor Piazzolla con su quinteto.

Camandulaje, tango del año 1956, fue otro de sus grandes temas instrumentales, al que siguió el vals Mensajera, compuesto en 1957; Las cuentas de mi madre, otro vals en este caso de 1958, y Mujeres son mujeres, tango de 1959, grabado por Elsa Rivas en su etapa de solista, los tres últimos también con versos de Julio Camilloni, el letrista que lo acompañara en la mayoría de sus producciones y además el que le brindara su afecto en los finales de su vida.

Finalizando la reseña completa de su producción, cabe mencionar a El último bohemio, probablemente su última composición conocida, escrita también en 1959.

Le pertenecen además los temas Antojos, Si lo quieres tú, Viejo Madrigal y A mis amigos, temas de los que no se cuenta con la fecha de composición.

A su vez, le fueron dedicados los tangos El engobbiao, homenaje en vida que le tributara Eduardo Rovira, y ya fallecido, se lo recordó con los tangos Retrato de Alfredo Gobbi y Milonguero triste, pertenecientes a Astor Piazzolla y Aníbal Troilo, respectivamente.

 
Fuente: Torres, Carlos Federico. Gente de tango; Tomo II
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